
Dios es experto en reinicios y transformaciones: transformó la oscuridad en luz, el caos en creación y el sepulcro vacío en esperanza. Si Él puede hacer nuevas todas las cosas, también puede darte una vida nueva.
Dios no te pide que sueltes para dejarte vacío, sino para llenarte con algo mejor: con su paz. Y mientras más confíes en Él, más fácil te será abrir las manos.
Podemos padecer heridas, decepciones, malas temporadas o derrotas, pero nada de eso podrá borrar la imagen que Dios tiene de nosotras.
Nuestras cicatrices pueden ser testimonio de la fidelidad de Dios: de cómo nos sostuvo en medio de la tormenta y de cómo Su gracia transformó nuestro dolor en fortaleza.
Sin importar la edad que tengas, procura vivir cada día con la esencia que identifica a un niño.
La Palabra nos enseña que Dios hace todo nuevo, lo cual aplica hasta para nuestras metas, nuestro llamado y nuestros dones.
La sabiduría que proviene de nuestro Padre Celestial es un tesoro que transforma nuestras vidas.
Sigamos creyendo que, con Su guía y la unidad de cada uno de nosotros, el país de la eterna primavera sobresaldrá y será ejemplo de fe, justicia y amor para las generaciones que vienen.
La esperanza y un futuro lleno de plenitud son herencia de Dios, pero solo la vemos cuando reconocemos al Padre de la gloria.
Resulta fundamental que demostremos confianza en nosotros mismos, ya que nos ayuda a valorar los dones y habilidades que Dios nos dio, y a conseguir relaciones saludables.