La historia de la Samaritana nos muestra cómo Jesús se vale de muchos recursos para confrontarnos y obrar en nosotros. De este pasaje podemos extraer infinitas enseñanzas. Una de ellas es descubrir y conocer a los diversos tipos de adoradores que existen. Básicamente nos muestra tres diferentes.
El primer tipo es el de los samaritanos. Adoradores paganos que se postraban ante falsos dioses y por eso eran rechazados por los judíos. Quizá en un tiempo remoto fuiste de este tipo de adoradores. Pero ya no más. Ahora estás ante la presencia del Dios verdadero y le adoras con todo tu ser.
El segundo tipo es el de los judíos. Poseedores de La Verdad revelada y escrita. La conocían pero no la practicaban o la mal interpretaban a su conveniencia. A veces podemos ser así, adoradores que poseen pero desperdician la Palabra. Hay personas que tienen mucho tiempo de conocerla, incluso se sienten frustrados cuando reciben un mensaje que ya han escuchado; buscan novedad, tienen sed de Palabra, pero dejan que se seque sin dar frutos, no son adoradores completos. Están vacíos.
El tercer tipo es el de los adoradores verdaderos. Aquellos en espíritu y en verdad. Que no sólo tienen hambre y sed de la Palabra, sino que también la toman como cierta en sus vidas y la reflejan. Los verdaderos adoradores son quienes conocen y revelan a Jesús y al Espíritu Santo donde se encuentren.
Para ser un verdadero adorador debes conocer a tu Señor en sus tres manifestaciones. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, uno solo que se revela de tres formas diferentes.
Dios Padre se manifiesta reconfortándote y consolándote en momentos de tribulación. Siempre ha estado junto a ti. Si proclamas su existencia y le pides que obre en tu vida, tomarás tu lugar como Su hijo predilecto. Incluso los ateos que se dicen no creyentes, lo reconocen al decir: “Yo no creo en Dios”. Porque el sólo hecho de nombrarlo es reconocerlo. Dios Hijo Jesucristo, nuestro Salvador se manifiesta cuando eres confrontado, crees y te bautizas como cristiano. Dios Espíritu Santo se manifiesta cuando eres lleno de su Gracia y permites que obre con toda su grandeza.
No es fácil reconocerles, pero la fe complementa lo que al entendimiento parece imposible. Cada una de las tres diferentes manifestaciones del Señor tiene su tiempo y se necesita mucha oración y entrega para descubrirlas y aprovecharlas. Debemos cuidarnos de no levantar doctrinas falsas que hablen solamente de una de las tres Personas. Es preciso reconocer y adorar a los tres que son uno. Dios quiere verdaderos adoradores. Aquellos que conocen y abren su corazón a las tres manifestaciones de su amor.
Necesitamos reposo y tranquilidad para reconocer que el Señor se manifiesta en tres Personas. Así estaremos preparados para aceptar la instrucción, obedecer y ser llenos del Espíritu Santo. Si reconoces a Dios Padre, debes también reconocer a Jesucristo como Salvador y al Espíritu Santo en sus maravillosas manifestaciones. Pide al Señor que abra tu corazón para conocerle y trabajar en su obra.