Una experiencia íntima y profunda

Una experiencia íntima y profunda

Las experiencias íntimas y profundas como la oración son capaces de cambiar nuestra vida. Yo he tenido tres diferentes experiencias que me han marcado. La primera fue cuando participé en un retiro de siete días, justo en el último día el predicador citó un versículo bíblico en el que se describe que si yo creo en mi corazón y confieso que Jesús es mi Señor, seré salva, en ese instantáneamente me hinqué, y comencé a llorar. Hice la oración y también tuve el desafío de confesarlo delante de todos.

La segunda experiencia se desarrolló en un momento en el que estaba muy enojada. En realidad fue una oración de reclamo porque habían asesinado a mi hermano. Llegué a mi cuarto, elevé la mirada y le reclamé a Dios que por qué no se llevó otros. Instantáneamente Él me dijo: “Hay un propósito y me lo vas a agradecer” y yo contesté: “¿Hay un propósito? Entonces necesito verlo rápido”. Esa oración también cambió mi vida porque de lo contrario seguiría buscando al culpable. 

La tercera fue cuando el Espíritu Santo me indicó que fuera a orar por mis hijos a su habitación. Al entrar pude sentir la presencia del Señor y noté que afuera del cuarto no se sentía, solo adentro. En Juan 4:9 vemos a la mujer samaritana que estaba en su rutina cotidiana cuando se encuentra con el Señor, ella sabía que no había relación entre samaritanos y judíos, por lo que le pregunta:  “¿Por qué me pides a mí?”. A nosotros nos puede pasar lo mismo, pues el Señor se acerca a nosotros en nuestro diario vivir y puede que nuestra reacción sea cuestionarlo, sabiendo que somos pecadores, que venimos de sufrir y que no lo buscamos.

La Palabra nos dice en Hebreos 4:16 que para acercarnos a Dios debemos hacerlo confiadamente si queremos alcanzar gracia, misericordia y socorro. Muchas veces el no tener esa confianza no nos hace acercarnos, lo cual es un desafío para nuestro corazón y mente.

Hablar con Dios y orar trae transformación. En el libro En honor al Espíritu Santo, en el capítulo Cerrada la puerta, el pastor Cash Luna hace una comparación entre los versículos Salmos 139:13 y Mateo 6:6, y nos enseña que en oculto fuimos formados. Es por ello que nuestro lugar de oración debe ser como el vientre de una madre donde seamos transformados. En ese lugar es donde Dios trabaja con nosotros. En la intimidad Dios descubre nuestro corazón y nos hace saber cómo está, lo que hay en él y lo que necesitamos cambiar.

Las revelaciones más importantes son dadas en oración y en intimidad. Quienes no quieren entrar en la presencia de Dios para ser corregidos, descubiertos y transformados no podrán ser usados para transformar a otros. ¡Tenemos que estar dispuestos a pasar por este proceso!
 
Si quieres ver una transformación en tu vida, búscalo en la intimidad y Él además saciará tus necesidades. Mientras más practiques este proceso, se hará parte de tu vida. Cuando estamos en la presencia de Dios y hablamos con él, nuestro “yo” disminuye y Dios en nosotros.

Date esa oportunidad de tener esa experiencia única e íntima con Dios, por eso es importante que primero tengas esa oración donde le dices que sí al Señor y donde confiesas que crees en Él.