Este pasaje nos habla de cómo el pueblo de Israel no cambió a pesar de la resurrección del Señor. Él vino a redimir corazones pero encontró resistencia. Es importante comprender que el cambio depende de nosotros. La promesa de redención es para cada uno, tómala y no la desperdicies.
Pablo tuvo un encuentro con Jesús y cambió de forma sobrenatural. A partir de ese momento fue guiado por el Espíritu Santo quien le decía dónde debía ir. Ahora nos sucede igual. Deja que el Señor oriente tu camino, nada es casualidad, aunque algunas veces no comprendas porqué tus pasos te llevan a cierto lugar o al encuentro con determinadas personas, si estás con el Señor confía en que Él guía tus pasos.
El crecimiento espiritual y material depende de lo que guardamos en el corazón. Si no crecemos más es porque algo no está bien dentro de él. Dios toca nuestros corazones, transforma, cambia y renueva si le permitimos hacerlo. Analiza tu interior, busca la presencia de Dios para descubrir porqué piensas y sientes que todo en tu vida es negativo. Muchas veces esto sucede porque conectas tu corazón con tu mente y dejas que te domine. Si tienes malos pensamientos tendrás malos sentimientos y llenarás tu corazón de amargura. Por el contrario si estás lleno de las promesas y amor de Dios nada te turbará y podrás compartir toda esa bendición a tu alrededor. Lo que sucede en tu corazón se refleja en actitudes y forma de actuar.
Protege tu corazón. Llénalo solamente de cosas positivas y buenas porque es como una caja fuerte donde se guarda solamente lo más preciado y valioso. No lo llenes de la basura del resentimiento y dolor que limitarán los frutos de tu existencia. El pastor Cash dice que la vida no que mide por años sino por logros. De nada sirve tu fe sin pruebas palpables que confirmen la herencia de salvación que posees. Para realizarnos necesitamos logros que obtendremos con un corazón dispuesto y abierto al Señor. Sólo donde hay vida hay crecimiento.
Si te expresas mal y atiendes a cosas inapropiadas pide al Señor que te de dominio propio. Dice la Biblia que los ojos nunca se sacian, así que de ti depende con qué llenas tus sentidos, mente y corazón. Una persona amorosa tiene a Dios en su interior. Sólo se puede dar lo que se tiene.
Tu corazón es como un cofre de tesoros. Si las actitudes, palabras y pensamientos son malos es porque has guardado basura en él. Recuerda que los deshechos huelen mal y corrompen todo lo que tienen alrededor. Aunque sea difícil porque tienes años guardándola, debes eliminar toda esa basura de tu interior. Mentir, robar o tener malas costumbres tal vez es más cómodo pero hace daño y no vale la pena darles cabida en ese lugar tan preciado. Todo lo que no construye debe salir. La basura tiene su lugar y no es dentro de ti.
No te resistas a Su amor. Pídele que saque a luz lo bueno que tienes dentro. Elimina de raíz todo lo que pueda podrir tus sentimientos. El Espíritu Santo te ayudará a hacerlo si le pides restauración. Acércate al Señor que te limpiará de toda impureza y te convertirá en una persona capaz de agradecer y adorarle. Él obrará en tu vida si dejas que reine en tu corazón.