Tesoros celestiales

Tesoros celestiales

Colosenses 2:3 dice: “En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”.

Hace algún tiempo estuve compartiendo sobre el poder que hay en la cruz del Calvario, el cual nos ha dado la autoridad y la victoria para que nuestras oraciones sean diferentes al ser declaradas con fe.

La mayoría de los tesoros los encontramos en la intimidad y en los secretos. A mí me gusta mucho la historia de María y Elisabet, quienes tuvieron una conversación bastante seria en la que revelaron lo que Dios les había dicho.

Lucas 1:39-45 dice: “A los pocos días María emprendió viaje y se fue de prisa a un pueblo en la región montañosa de Judea. Al llegar, entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó: —¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el hijo que darás a luz! Pero ¿cómo es esto que la madre de mi Señor venga a verme? Te digo que tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que llevo en el vientre. ¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!”.

Me impresiona que María y Elisabet, siendo primas, fueron muy discretas. Ellas pudieron haber conversado sobre infinidad de temas irrelevantes, sin embargo, decidieron hablar sobre lo que Dios iba a hacer en sus vidas. Había algo sumamente importante en ellas: el llamado para un propósito específico.

Los seres humanos, muchas veces, cuando se reúnen con algún amigo, suelen chismear, criticar o difamar, o hablar sobre cosas sin importancia en lugar de enfocarse en lo bonito y positivo. El Señor me mostró que María y Elisabet tenían una revelación de parte de Dios que habían atesorado y protegido, y cuando se encontraron, fue tan grande el poder del Espíritu Santo que pasó lo que leímos en estos versículos.

Ellas supieron guardar un enorme secreto, el cual obtuvieron en medio de la intimidad y en los momentos de conectarse con el Padre. Por ello es muy importante que practiquemos la oración y que adquiramos la disciplina de buscarlo en la intimidad para recibir revelación. Cuando suceda, debemos guardar con sabiduría lo que nos revele porque todo lo que viene de Él, tarde o temprano se cumplirá.

Mateo 6:20-21 dice: “Sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

¿Cómo podemos hacer tesoros en el cielo? En el poder de la cruz del Calvario estos tesoros ya nos fueron otorgados y los recibiremos por medio de la oración. Es importante que nuestro corazón sea guardado y guiado para que esté en los tesoros del Señor.

Debemos entender que los tesoros no están en la Tierra, sino en el cielo. María y Elisabet, por medio de la conexión que tuvieron con el Señor a través de la oración, comenzaron a obtener mucha sabiduría y conocimiento. Lucas 2:19 dice: “Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.

¡Guarda tu corazón! Hay cosas espirituales que nadie más que tú entenderá, las cuales son un tesoro. Proverbios 2:4-6 dice: “Si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia”.

Necesitamos creer que esos tesoros celestiales ya están preparados para cada uno de nosotros, pero debemos tener sabiduría y conocimiento. También es importante que demos pasos de fe para obtener lo que es nuestro y proteger lo que Dios nos ha revelado. Solo a través de la fe viene la confirmación.

Proverbios 2:10 dice: “Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere grata a tu alma”. Este proverbio nos enseña cómo nuestra mente se sujeta a lo extraordinario que Dios tiene para nosotros. Sin duda, necesitamos tener sabiduría, ciencia y discreción.

Dios quiere revelarte en la intimidad cuáles son los tesoros que tiene para ti. Hay grandes promesas para tu vida, ¡no lo dudes!