Eclesiastés 11:9-10 (RVR1960) dice: Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.
Aunque los jóvenes se sientan bien y felices, y tengan toda la energía para conquistar el mundo, la Palabra de Dios dice que deben guardar sus corazones. Por supuesto, deben tratar de alegrarse en todo momento, pero con límites, de forma que no les den rienda suelta a los placeres de la carne y pierdan el control de sus vidas, porque tarde o temprano, como todos los seres humanos, tendrán que rendir cuentas delante del Señor de todo lo que han hecho.
La Biblia nos enseña que, José, el hijo de Jacob, fue rechazado por sus hermanos, quienes lo vendieron como esclavo a los 17 años, por lo que terminó cuidando el hogar de Potifar, una de las personas más poderosas de Egipto. La esposa de este hombre intentó entrometerse en la vida de José, quien se mantuvo recto en todo momento, por lo que el Señor lo protegió y lo exaltó a la diestra del faraón. El propósito de José era cuidar a su pueblo, pero también cuidó a sus hermanos, quienes lo hicieron de menos, así que Dios se glorificó en Su vida.
Al igual que en la vida de José, el Señor ha intervenido en las vidas de los que le creemos, ya que Su amor no tiene límites. Cuando estamos jóvenes, en ocasiones ignoramos que Él nos acompaña en todo momento, por lo que solo buscamos aventura y sentirnos bien, pero cuando vivimos así, en algún momento todo se oscurece y se vuelve negativo, y solo Dios puede liberarnos. Si eres padre de familia, te motivo a que te levantes y te esfuerces un poco más en bendecir la vida de tus hijos, inculcándoles que asistan a la iglesia y que conozcan a Dios como Su Señor y Salvador.
Como padres de familia que amamos a nuestros hijos, tenemos que pelear la batalla por ellos porque el enemigo querrá atacarlos siempre que pueda. Aunque en determinado momento no logremos entender los planes del Señor para Sus vidas, debemos confiar en que hay un tiempo y una bendición específica para que lo conozcan a Él, quien cumplirá todo lo que ya prometió. José, por su parte, a pesar de las dificultades y tropiezos que tuvo a lo largo de su vida, fue obediente, por lo que su final fue exitoso. Clamemos y doblemos rodillas para que, a pesar de los inconvenientes, nuestros hijos también sean exitosos.
Eclesiastés 12:1 (RVR1960) dice: Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: no tengo en ellos contentamiento.
Padres de familia, los animo a que fomenten la disciplina en la vida de sus hijos para que se congreguen en una iglesia, asistan a un grupo de amistad acorde a sus edades y busquen al Señor en todo momento. Yo comencé a buscarlo a los nueve años y fue en la iglesia en donde conocí a grandes amigos y a mi esposo, con quien hemos servido juntos casi toda nuestra vida y, hasta este momento, seguimos sembrando semillas de bendición, tanto para nosotros como para nuestros hijos, nietos y próximas generaciones.
No esperes a que se acabe el contentamiento en la vida de tus hijos para orar por ellos. Intercede diariamente para que el Señor los guarde y les regale buenas amistades, y para que no se desvíen del camino de la fe. ¡Cree que verás milagros y avivamiento en tu familia!