Marcos 16:15-19 dice: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
Este es uno de los versículos que más nos desafía como creyentes porque nos enseña que tenemos que ser personas activas para compartir la Palabra del Señor, quien nos ha dado el poder y la autoridad para orar por los enfermos.
El mundo como tal ya es condenado y ya está marcado, ya que nosotros nos podemos enfermar, pero la voluntad de Dios es que seamos sanos. La Biblia nos enseña que el Señor siempre se conducía de la misma forma: se acercaba a la persona, miraba su necesidad, la desafiaba y le decía: “Se sano”, y esa misma unción ya está en nosotros.
Lucas 8:43-48 dice: Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
La Palabra nos enseña que nosotros nos podemos acercar a alguien y pedir oración y que impongan manos sobre nosotros. Este ejemplo nos muestra que Jesucristo estaba rodeado de mucha gente, pero Él percibió algo especial con esa mujer: la fe que tuvo al momento de acercarse. Con esa misma fe nosotros nos tenemos que acercar al Señor, quien nos desafía a hacer cosas que no imaginamos porque Él desea sanarnos y bendecirnos.
Hace muchos años tuve una crisis de salud. Tuve unos cólicos renales, los cuales son tan fuertes que pueden compararse con el dolor de dar a luz. Yo no sabía qué me estaba pasando, por lo que lo único que hacía era llorar y llorar por el dolor permanente que no se me quitaba. Fui al doctor, me hizo exámenes y me explicó que los cálculos debían salir de mi cuerpo y que al momento de hacerlo iban a provocar más dolor.
Días después, alrededor de las 6:00 a.m., volvieron los cólicos. Me puse la mano en el vientre y le dije a mi esposo, quien estaba a la par mía, que nuevamente sentía mucho dolor. Él se volteó y me dijo: “Se sana, es una orden”. Inmediatamente lo creí y desapareció el dolor. Nunca más volví a tener esos cólicos porque fui sana.
Tú tienes la oportunidad de ver un milagro de sanidad en tu vida. En este tiempo en el que corremos el riesgo de ser infectados o de contraer alguna otra enfermedad, Dios puede hacer un milagro de sanidad.
Lucas 13:10-14: Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.
Tenemos que entender que las enfermedades son una oportunidad de glorificar el nombre del Señor para ver milagros. Cuando un malestar llegue a tu vida, toma autoridad en el nombre de Jesús y di: “Yo no acepto esa enfermedad en mi cuerpo” y estoy segura de que Dios te escuchará y podrás ver ese milagro de sanidad. La voluntad de Dios es que nuestro cuerpo sea sano.
Marcos 1:40-42 dice: Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquel, y quedó limpio. Este ejemplo nos enseña que Dios quiere que seamos sanos y limpios, así que acércate a Él y pídele que te sane. Si tienes fe puedes sacarle un milagro al Señor desde hoy.