Juan 14:13-14 dice:Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Para ser buenos intercesores debemos aprender a pedir lo que necesitamos: primero debemos orar por nosotros mismos y luego por los demás. Antes de pedir por la familia tenemos que pedirle a Dios que nos ayude a ser un buen ejemplo para ellos.
Cuando vamos volando en un avión, las azafatas en las aerolíneas dan instrucciones a los tripulantes. Una de ellas es que si se activan las mascarillas de oxigeno por algún inconveniente, primero debemos ponérnoslas nosotros para luego, con la mascarilla puesta, poder ayudar a los demás. Igual sucede en la oración: el Señor nos enseña que nos tenemos que preocupar por nosotros para brindarle nuestra ayuda a los demás.
Una de las razones primordiales de orar es pedir, pero tiene que ser conforme a Su Palabra. Las personas equivocadamente creemos que pedir es malo, incluso algunas se jactan de que no le piden nada a Dios, lo cual es una actitud que no tiene nada de espiritual, sino todo lo contrario: es una muestra de arrogancia que ofende al Señor.
Tenemos que recuperar lo perdido. Cuando Dios creó al mundo lo hizo todo perfecto y bueno y se lo dio a Adán y a Eva en posesión con la única limitación de no comer del fruto prohibido. Génesis 2:16-17 dice: Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
La Palabra dice que Satanás es el príncipe de la potestad del aire y el gobernador de las tinieblas de este siglo, quien cegó el entendimiento de los incrédulos para que no resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo. Al respecto, Efesios 6:12 dice: Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Mientras Dios tuvo potestad absoluta sobre la humanidad, le concedió todo sin que se lo pidiera; pero desde que fue engañada por Satanás debe pedir para que Dios le otorgue porque Él es respetuoso, sobre todo de nuestro libre albedrío. Sin embargo, no nos dejó solos: nos dio al Hijo y al Espíritu Santo.
Su voluntad es darnos al Salvador para que obtengamos lo que nos pertenece: salud, prosperidad y paz. La oración es la forma de pedirle a Dios lo que perdimos, pero debe ser conforme a Su Palabra y enseñanzas. No obstante, Satanás nos engaña haciéndonos creer que Dios nos ignora para que continuemos derrotados por esa maldición.
Cuando oramos conforme a la Palabra de Dios pensamos que la respuesta no llega inmediatamente, pero puede ser que a veces no sepamos escucharla cuando viene de Él. También sucede que Satanás la retiene para que nuestra fe se debilite, por lo que debemos aprender a destruir las fortalezas de las tinieblas y batallar contra esos principados y potestades a través de la oración.
Para la batalla espiritual que vivimos constantemente necesitamos estar respaldados por Su Palabra. Aunque el pecado nos quitó la gloria, Jesús destituyó a las potestades para que nosotros la recuperemos, es por ello que Su sangre nos devuelve el derecho a luchar por ella, pero debemos ejercer tal derecho y acercarnos al Padre y pedírsela. A Él le interesa que Su pueblo tome lo que le pertenece.
La gloria del Padre se refleja en el hijo que sabe pedir, así que no dudes y toma lo que te pertenece. Jesús mismo pidió devuelta la gloria que le correspondía. ¡Te motivo a que creas que le puedes pedir al Señor! Declaro que todo lo que te ha sido quitado muy pronto lo vas a recuperar. ¡Entrégale tu vida al Señor y lucha por lo que es tuyo!