Muchas veces nos preguntamos quiénes somos y el camino que seguimos para llegar a esa conclusión. Para responder esto puedo partir de un esquema que comparto en mi libro Mírate bonita, mírate feliz; y que se resume de esta forma: las cualidades, los defectos, las circunstancias de vida y las personas que nos rodean nos influyen, pero no deben determinarnos. Lo único que debería determinar nuestra identidad y darnos un sentido para vivir es lo que en mi libro llamo un detonante infinito; pues, si permitimos que sean nuestras cualidades, defectos, circunstancias o —peor aún— otras personas las que nos determinen, es porque nuestra identidad no está basada en los pilares correctos.
Ahora bien, todo el conjunto —o sea, nuestras cualidades, defectos, circunstancias de vida y, por supuesto, nuestro detonante infinito— es lo que nos convierte en alguien. Con esto quiero decir que seguimos siendo personas a imagen y semejanza de Dios a pesar de nuestras imperfecciones o de los traumas que hayamos experimentado en nuestra vida. Si somos capaces de visualizarnos como personas naturalmente imperfectas, nos será más fácil comprender el amor de Dios y la necesidad de una búsqueda de nuestra identidad en Él.
Por eso quiero motivarte a encontrar tu detonante infinito en Dios. Eso es algo que yo ni nadie puede decidir por ti, pero que yo lo hice por mí misma hace muchos años. El Señor es la razón por la que anhelo orar todos los días y por la que quiero ir todos los domingos a la iglesia en vez de descansar en casa o ir a practicar un deporte. Quizá hoy puedas decir, por ejemplo: “Yo me dedico a las artes y así me siento pleno con mi vida”, y está bien, pero te aseguro que ahí aún no está tu realización completa, sino con nuestro Padre. Por mucho que pensemos que nuestra vida por sí sola ya es perfecta sin Dios, nunca estará completa sin Él. Él desea ser tu detonante infinito como ya lo es para mí.
Salmos 139:1-12 dice: Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Alto es, no lo puedo comprender. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz.
No somos una producción en masa. Dios, cuando pensó en ti, no te hizo con el mismo molde que a otras personas, sino artesanalmente, único. Así fue como nos creó: con detalles y delicadeza. Cada uno de nosotros es único y debemos gozarnos en ello. Conoce a la perfección nuestras emociones, habilidades y sentimientos porque nos formó desde el vientre de nuestra madre.
Salmos 139:13-17 dice: Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!
Por eso no es de extrañar que todo cuanto hemos vivido, bueno o malo, sea parte de las líneas que Él escribió para nuestra vida. Él —aun desde antes de nuestro nacimiento— nos escribió de principio a fin; o sea, lo que ya hemos vivido hasta ahora, pero también las buenas obras que aún no hemos visto y faltan por venir. Él ya lo preparó todo de antemano.
Efesios 2:10 dice: Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Por lo tanto, cuando te sientas abatido o tengas dudas respecto a quién eres, recuerda que Dios se glorifica en nuestra vida desde que estamos en el vientre de nuestra madre. Desde entonces tenemos un propósito para Él en el cual nuestro ser, aun con imperfecciones, no tiene desperdicio alguno.