Principios para una familia estable

Principios para una familia estable

Cuando leemos sobre el inicio de la vida de Jesús, vemos que el Padre celestial honra tanto a la familia que incluso a su Hijo le dio una. Por ello, nuestro Salvador nació y creció con una madre y un padre a quienes honró. Sabemos que la familia es la base de la sociedad, por lo tanto, cada sociedad es reflejo de los hogares que la conforman, así que todo el bien y el mal de una sociedad empieza en el hogar. Entonces, ¡es importantísimo tener hogar y familia! Y Dios nos enseña cómo tener un buen hogar.

Durante estos años junto a mi esposo y mis hijos, he identificado seis principios y normas de conducta que nos han ayudado a convivir en familia. El primero es aceptarse unos a otros. Cada uno de nosotros es especial obra del Señor, y debemos aprender a aceptarnos, además de aceptar a los demás, especialmente a los integrantes de nuestra familia. No busquemos cambiar a la pareja, sino que mutuamente ayudémonos a crecer en todos los aspectos de la vida. Dios nunca estuvo interesado en que fuéramos iguales, por eso nos creó diferentes.

El segundo principio para una buena relación familiar es buscar una vida equilibrada y dedicada al servicio del Señor. Claro que todos avanzamos en nuestro proceso de formación a diferente ritmo, pero una persona que busca equilibrio en su vida logrará relacionarse en familia con más facilidad. El tercer principio para tomar en cuenta es la sinceridad. Siempre debemos hablar con la verdad, ya que el padre de la mentira es el diablo, y no debemos permitir que se apodere de lo que nos pertenece: una vida familiar en comunión, estable y feliz. En casa, con mi esposo y mis hijos, hemos procurado una sincera comunicación, lo que nos ha facilitado la confianza. Todos hablamos con la verdad, por difícil que sea. Siempre me he preocupado por contarle a mi esposo en dónde y con quién estoy, de esa forma se fortalece nuestra relación y no hay espacio para dudas o inseguridad.

El cuarto principio que nosotros hemos procurado es tener pasión, es decir, desear y luchar por mantenernos unidos sirviendo al Señor. Ambos, mi esposo y yo lo deseábamos desde jóvenes, porque Dios nos cautivó. El quinto principio es tener dominio propio, hacernos responsables por lo que pensamos y hacemos. Si tomamos una mala decisión, debemos saber que puede haber consecuencias. Si ofendemos, debemos pedir perdón. Al inicio nos cuesta incluso decirlo, pero luego, poco a poco, es más fácil. Es posible alcanzar la humildad que nos conduce a una vida familiar feliz.

El sexto principio es perseverar haciendo lo correcto, perseverar en el temor a Dios y en las buenas obras. Apliquemos a nuestra vida los principios bíblicos que nacieron del corazón de Dios y que nos marcan para ser nuevas personas en Cristo Jesús, y veremos los logros que anhelamos en nuestro matrimonio y familia. Permanezcamos, siendo firmes en nuestro pensar y actuar de acuerdo con lo que Dios quiere, ya que sus planes son mejores que los nuestros.

Comprometámonos con el proceso de trabajar por la felicidad de nuestra familia y acercarnos al Señor. Si quieres alcanzar la plenitud en tu hogar, acércate a Dios y Él te enseñará cómo lograrlo.