Hechos 3:2-4 dice: Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.
Las personas que llevaban al cojo seguramente sabían el dolor que estaba pasando, por lo que lo ayudaron para que pudiera estar siempre en la iglesia. Esta porción de la Biblia nos muestra lo importante de congregarnos: él recibió ese milagro no solo porque fue a la iglesia, sino también porque alguien más lo ayudó para que estuviera allí.
En la puerta del templo él pedía limosna y cuando vio que Pedro y Juan iban a entrar, les rogó por limosna. Él se acercaba a la iglesia porque tenía una necesidad de recursos, estaba mal, quería que alguien se apiadara de él y le diera dinero. Sin embargo, estaba pidiendo por la razón equivocada.
Tenemos que pedir por lo que necesitamos en determinado momento, tener la confianza de acercarnos al Señor y conversarle nuestra verdadera necesidad y lo que nos conviene. ¡Levántate y anda! Yo sé que has creído en Dios, por lo que debes activarte y confiar en que puedes llevar a alguien enfermo a buscarle y pueda recibir un milagro.
Si has estado pidiendo mal, te aseguro que el Señor te mostrará la forma correcta de hacerlo, como a ti te convenga mejor. No sientas temor si un familiar se acerca a ti y te dice está enfermo o triste: confía en que puedes imponer manos y declarar en el nombre de Jesús que puede ser sano. Cristo murió en la cruz del Calvario para darnos esa oportunidad.
Quizá pronto recibas la noticia de que tu organismo está sano. En nuestra humanidad solemos creer que nosotros hacemos el milagro, pero quien lo hace es nuestro Dios, quien conoce nuestras dolencias.
¡Date la oportunidad de acercarte a Dios! Si Él ya hizo el milagro en ti, entonces permítete ser un vaso útil para que alguien más obtenga el milagro que necesita. Al momento de acercarte a Él y a la iglesia recibirás milagros. A veces creemos que solo una figura de la iglesia puede orar por alguien, pero Dios nos enseña que todos tenemos la oportunidad de hacerlo.
Hay sufrimiento y enfermedades que están oprimiendo nuestra vida, por lo que debemos creer que el Señor nos quiere liberar. Cuando recibas el milagro, testifica que Él lo hizo.
De ahora en adelante procura dos acciones: orar en el nombre de Jesús —porque Él ya padeció para darnos esa oportunidad—; e imponer manos y declarar sanidad, porque así verás un milagro. Sé una persona que busca al Señor y que anhela servirle.
Te bendigo y le pido al Señor que puedas ver un milagro en tu vida.