Pedir en la oración

Pedir en la oración

Lucas 11:11-13 (RVR1960) dice: ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

Como seres humanos imperfectos, debemos ser honestos con nosotros mismos, ir delante del Señor con humildad y reconocer que Él es más grande que nosotros y que vino a transformar nuestras vidas y a sacarnos de este mundo que está lleno de pecado. El amor de una madre, de una esposa y hacia Jesucristo es grande y, con el tiempo, madura, pero ese amor no se compara con el que Él siente por nosotros.

La mayoría de veces nos damos cuenta de ese gran amor hasta que estamos necesitados. A lo largo de los años, he aprendido que cuando resolvemos nuestros problemas por cuenta propia, confiamos en nuestras capacidades, por lo que nos alejamos de Dios, pero la realidad es que todo el tiempo necesitamos de Su ayuda.

Como creyentes, debemos tener claro que Dios siempre responde a nuestras oraciones, pero no siempre lo hace de la forma que queremos o esperamos que lo haga, sino que de manera distinta. Cuando deseamos algo que no es correcto, recibiremos un “no” rotundo como respuesta, pues Él sabe qué es lo mejor para nosotros, por lo que solo nos queda ser obedientes.

Lo mismo pasa en la oración, ya que a veces pedimos de forma equivocada o en el tiempo incorrecto porque solemos ser necios e impacientes. Hace muchos años, una persona me pidió ayuda, a través de una llamada telefónica, pero era un tema tan delicado que no debía resolverse por esa vía, por lo que le pedí que llegará a mi oficia, pero me dijo que no podía y que le urgía que lo socorriera en ese momento. Acordamos reunirnos al siguiente día, sin embargo, no se presentó y me siguió insistiendo por teléfono, por lo que me di cuenta de que ni para pedir ayuda tuvo paciencia, como a muchos nos ha sucedido.

Cuando nuestras peticiones o el tiempo en el que pedimos no son correctos, el Señor nos pide que caminemos más despacio y que crezcamos en algún área de nuestras vidas antes de obtener lo que deseamos. Por el contrario, cuando nuestras peticiones, tiempo y nosotros estamos bien en el momento idóneo, entonces Él nos da Su visto bueno para avanzar, así como las herramientas para hacerlo de la mejor manera.

Mateo 26:36-46 (RVR1960) dice:  Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.

Él estaba angustiado y sabía cuál era el final de esa historia. Hubo una respuesta que quizá esperaba que fuera diferente, pero sucedió de la manera en la que lo necesitaba. El Señor nos responderá como Él considere que es mejor, pero lo hará, por lo que solo debemos obedecer a Sus indicaciones y mandamientos para recibir la bendición.