Dios ha prometido fortalecernos en Su poder porque nuestras fuerzas son limitadas. Dependamos de Él en todo momento y confiemos que Sus fuerzas son las nuestras. Abraham no dudó, sino que se fortaleció en fe dando gloria a Dios. Jesús creció y se fortaleció en el Espíritu, fue lleno de sabiduría y tenía la gracias de Dios sobre Él. El apóstol Pablo dio gracias al Señor que lo fortaleció porque lo tuvo por fiel y lo puso en el ministerio. Los tres son ejemplos que debemos imitar. Podemos lograr proezas si confiamos en la fortaleza que viene de Dios.
El Señor quiere fortalecernos en todas las áreas de nuestra vida. Lo primero que debemos recordar es que el Señor nos fortalece en fe. Segundo, recibimos fortaleza dándole gracias y gloria cuando le alabamos en momentos de adversidad. El tercer factor para recordar es que Él nos fortalece en sabiduría, tal como dice Santiago: “pide la sabiduría” porque el Señor puede dártela. El cuarto elemento es recordar que Su gracia está sobre nosotros para darnos fuerzas, y debemos crecer en esa gracia; el último factor es tener presente que el Señor fortalece a quienes tiene por fieles, exaltándolos y colocándolos en lugares más altos.
A veces nos creemos muy fuertes y autosuficientes. Me sucedió con mi hija Ana Gabriela cuando convulsionó a los dos años. Una noche, le subió la fiebre a pesar de haber velado junto a ella, poniéndole paños de agua fría en la frente. A las 6 o 7 de la mañana, el sueño me venció y desperté al sentir un movimiento brusco que ella hacía con el pie. Al verla literalmente con el pie trabado y los ojos morados, me descompuse, estaba sola y clamé al Señor. pidiéndole al Señor: “Dios mío, no te la lleves, tú me la diste por favor no me la quites”. Él me preguntó: “¿Si es mía, si te la di, no puedo llevármela?” Reaccioné y le respondí: “Sí puedes llevártela, es tuya”. Al terminar de decir esas palabras, Ana Gabriela me habló. Hoy mi hija está completamente sana gracias a la fortaleza y confianza que Dios me dio.
Pídele con acción de gracias porque Él te ha puesto en el ministerio para que proclames Su Palabra y uses Su poder, el mismo que obtenemos en la cruz del Calvario por Su victoria ante la muerte. Lee la Palabra, conócela para crecer en fortaleza y fe porque de esa forma lograrás confiar en Sus fuerzas y no en las tuyas.