Las plagas

Las plagas

Éxodo 1:13-14 dice: Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.

Éxodo 2:14-15 dice: Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto. Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián.

Éxodo 3:9-12 dice: El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.

Dios está atento a nuestras oraciones y a todo lo que le decimos. Estas porciones de la Biblia lo confirman. Él comenzó a darse cuenta de que Su pueblo estaba sufriendo, por lo que llamó a Moisés para que se pusiera a la brecha; a él, entre todos sus temores, le costaba creer que era Dios quien lo había levantado.

En Éxodo hay varios acontecimientos que nos muestran que Dios le enseñó a Moisés a través de señales que estaba con él y, aun con sus temores, lo usó para bendecir a Su pueblo. Aquí nos enseña la Palabra que Dios nos promete estar con nosotros y que Él escucha todas nuestras oraciones.

Éxodo 3:19-22 dice: Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir. Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías; sino que pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y despojaréis a Egipto.

Las plagas, sin duda, generan incertidumbre. Cuando suceden, como seres humanos lo que debemos hacer es unirnos y buscar a Dios. Nuestro ataque no es contra la sangre y la carne: la Biblia dice que nuestro ataque es contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. El gran objetivo del enemigo es robarnos, destruirnos y matarnos.

Por supuesto que no queremos que venga el juicio sobre nosotros, pero sí tiene que venir contra los malos porque son ellos los que tienen que salir avergonzados. Los hijos de Dios debemos ser fuertes y estar sólidos, creyendo que nuestro Dios está con nosotros.

Aunque sucedan las plagas, como congregación debemos seguir sirviendo al Señor en todo momento porque es Él quien nos llena de energía, fuerza, ánimo y del amor que necesitamos para seguir adelante. También tenemos que ponernos a la brecha por nuestra familia, nuestra nación y nuestra iglesia para combatir todo mal que quiera atacarnos. Si creemos en la Palabra de Dios y en Sus promesas, veremos milagros y nuestra fe será fortalecida.

Éxodo 9:16 dice: Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra. Dios está esperando que tengamos buena actitud y disposición para aprender Su Palabra y que ella sea la única que actúe en nuestra vida. También debemos guardar nuestro corazón porque las pruebas seguirán llegando, porque necesarias para que aprendamos a confiar en Él.

Dios nos escogió para que nos pongamos a la brecha y nos levantemos a adorarlo a pesar de las distintas pruebas. Él ha sido misericordioso y nos quiere librar de toda opresión, por lo que es indispensable que no esperemos a que surjan más enfermedades, sino que creamos desde este momento que Él ya está con nosotros y nos librará de todo mal.

Levántate más que nunca y aparta tiempo para orar, interceder y declarar las palabras al cielo. Hazlo hasta que veas la gloria de Dios manifestarse en tu vida y en tu hogar.