Hebreos 11:6 (RVR1960): Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Como creyentes tenemos que agradar a Dios, acercarnos a Él y creer que Él tiene algo especial para cada uno de Sus hijos. Cuando nuestra fe desvanece, impacta en nuestra oración. La falta de fe es la incapacidad de confiar plenamente en el carácter de Dios y en Sus promesas, por lo que, para agradarlo, primero tenemos que creer en Él.
Mateo 14:28-33 (RVR1960): Entonces le respondió Pedro y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.
Esta porción de la Biblia no enseña cómo se conducían los discípulos de Jesús y cómo Él los guiaba e instruía en su diario vivir. Algo similar nos sucede a nosotros: conocemos al Señor y asistimos a la iglesia, pero cuando nos pide algo, aunque decidimos hacerlo con fe, al momento de dar los primeros pasos nos da miedo. Pedro tuvo fe al principio; sin embargo, al enfocarse en las circunstancias que lo rodeaban, comenzó a dudar, y el Señor aprovecha esos momentos para enseñarnos que la fe es algo sobrenatural y divino, y que Él es la fuente de ella.
Muchísimas veces comenzamos una cadena de oración con fe, pero cuando vemos los problemas, circunstancias y que nada mejora, dejamos que las dudas nos distraigan, lo que nos lleva a bloquearnos espiritualmente y, por consiguiente, a perder la confianza en Dios. Santiago 1:6-8 (RVR1960) dice: Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
Si has sido constante en el Señor, no permitas que nada ni nadie te haga retroceder, sino que sigue creyendo y caminando en la fe. Si dejamos de confiar en Él, no recibiremos todo lo que ya nos prometió y nuestras oraciones dejarán de ser contestadas, pues en el fondo de nuestros corazones persiste la duda.
Por otro lado, la ansiedad y el temor a lo desconocido debilitan nuestra fe. 2 Timoteo 1:7 (RVR1960) dice: Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Las experiencias negativas del pasado deben quedarse atrás porque el Señor nos perdona y hace las cosas nuevas cada mañana. Enfocarnos únicamente en las decepciones del pasado puede limitar nuestra fe y experiencia con Él, pero de Su mano podemos superar todo aquello que nos ha marcado de una u otra forma.
Asimismo, las raíces de falta de fe también hacen que la Palabra no obre en nuestra vida. La Biblia dice que la Palabra del Señor penetra hasta lo más profundo de nuestro ser y que la fe es por el oír y el oír por Su Palabra. Para vencer la falta de fe, debemos renovar nuestros pensamientos en Su Palabra, estudiar y meditar mucho más en Sus promesas, orar con sinceridad y ser honestos en todo momento.
Jeremías 29:11 (RVR1960) dice: Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Fuimos creados a Su perfecta imagen y semejanza, y Él nos valora y empodera en cada etapa de nuestra vida para que nos conduzcamos conforme a Su voluntad. Recuerda que la falta de fe no es el final de la vida espiritual, así que rodéate de personas que te inspiren a creer más en Dios y obedece al llamado de crecer en confianza y depender únicamente de Él. ¡Bendiciones!