La paz de Dios en nosotros

La paz de Dios en nosotros

Romanos 14:17-19 dice: “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”. Asimismo, 1 Tesalonicenses 5:23-24 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”.

Esta es una promesa más para la vida de todos los creyentes. Como seres humanos, creados a imagen y semejanza de un Dios perfecto, somo súper completos, pues tenemos espíritu, alma y cuerpo. Es por ello que Él anhela que Su paz se manifieste y somatice en todo nuestro ser, a pesar de que muchísimas personas y situaciones que nos rodean buscan que no haya paz en nuestros corazones.

Hace un tiempo yo estaba muy afligida por un problema que tenía en la piel, por lo que comencé a investigar sobre la medicina homeopática y conocí a un doctor, quien ya está en la presencia del Señor, que decía que del lado derecho de nuestro cuerpo tenemos celulas activas excitantes, mientras que del lado izquierdo se encuentran las pasivas. Él explicaba que las células que forman parte del organismo se descomponen y las que deberían estar activas, pasan a pasivas, y cuando las pasivas están muy activas es porque hay un descontrol en el sistema nervioso. Él me dijo que debía trabajar en cuidar mis células, porque todo apuntaba a que estaban descontroladas.

La Biblia nos enseña que, para obtener la paz de Dios, nos tenemos que ayudar a nosotros mismos en espíritu, alma y cuerpo. Él mismo se describe como un príncipe de paz. Isaías 9:6-7 dice: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”.

Por otro lado, el mensaje con el que Dios alcanzó nuestros corazones, el cual debemos predicar, es un evangelio de paz. Hechos 10:36 dice: “Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; este es Señor de todos”.

Es importante que aceptemos el amor y la gracia de Dios, tomando en consideración que necesitamos la salvación y ser confrontados con el pecado para ser perdonados y llegue la paz, la cual es algo divino y espiritual que no podemos entender, pero que sucede en los momentos de agonía y necesidad. La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, comienza a funcionar en nuestras vidas en medio de las tribulaciones.

Dios es la fuente de paz, por lo que no debemos ir a buscarla a ningún otro lado. Isaías 26:3-4 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos”.

Sin duda, a lo largo de la vida habrá pruebas y dificultades, pero Dios nos dice que sigamos confiando en Él porque nos dará paz. Tenemos que seguir confiando en Él y proteger esa confianza rodeándonos de personas que nos edifiquen. Filipenses 4:6-7 dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

La Palabra de Dios no enseña que, si estamos afanados, tenemos que darle a conocer al Señor, en la intimidad, cada una de nuestras preocupaciones. De esta forma recibiremos consuelo, respaldo y paz para atravesar cada prueba.

Mateo 5:9 dice: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Tenemos que ser pacificadores y no contribuir a la violencia o enojo. La Palabra de Dios nos trae libertad y la obra del Espíritu Santo en el creyente es la de facilitador de la paz relacional. Debemos trabajar por tener relaciones de paz con todas las personas que nos rodean.

Tenemos que contribuir a la paz del mundo. Santiago 3:16-18 dice: “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. ero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”.

Nos respalda la Palabra de Dios, quien trae la paz que sobre pasa todo entendimiento a nuestras vidas.