Juan 16:5-11 dice: “Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros. Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”.
Los discípulos del Señor tenían mucha confianza porque compartían con Él y observaban todo lo que hacía. Vieron su compasión por las personas y fueron testigos de cómo oraba por los enfermos y se apartaba en lugares altos para orar. Por ello, cuando llegó el momento más importante en el que se iba a concretar todo lo que había hablado y enseñado, se sintieron tristes.
En la actualidad, muchas personas sienten tristeza a pesar de que ya conocen el amor de Dios y que ya saben que Jesucristo murió en la cruz del Calvario por amor a nosotros. Quizá algunos se sientan tristes por alguna enfermedad que los oprime o por alguna prueba difícil que están atravesando; sin embargo, el Señor desea que, aun en medio de las dificultades, la tristeza sea cambiada por gozo y alegría.
En la Biblia, el Señor separa tres palabras: pecado, justicia y juicio. La justicia es el principio moral que inclina a obrar y juzgar, respetando la verdad y dando a cada uno lo que corresponde. Él quería que estuviéramos conscientes de cuál es el verdadero significado de esta palabra porque desea que tengamos esa moral y que juzguemos de esa forma, de acuerdo a su Palabra y verdad. Por su parte, el juicio es la facultad del entendimiento por cuya virtud puede distinguirse el bien del mal y lo verdadero de lo falso; es una opinión razonada qua alguien se forma sobre una persona o cosa.
Juan 16:12-15 continúa: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”.
Esta es una perla de la verdad, del ADN y de la esencia de nuestro Dios, quien dijo que nos convenía que el Espíritu Santo estuviera sobre nosotros para revestirnos y darnos poder para ver Sus maravillas. Sin embargo, lo más importante es Él como persona y eso es lo que trabajamos constantemente con la congregación, pues es nuestra misión como iglesia decirles a todos que hay un Dios verdadero que dio a Su hijo por amor para el perdón de nuestros pecados.
Hechos 10:44-45 dice: “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo”.
En muchas ocasiones nos pasa igual a notros. A veces estamos escuchando una prédica y el Espíritu de Dios nos sorprende justo en ese momento, pues Él utiliza esa palabra para inquietarnos y para que veamos lo que necesitamos ver. Cuando estamos en la presencia del Señor, cosas sobrenaturales suceden.
Hechos 9:15-19 dice: “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco”.
Esta historia nos narra cómo el apóstol Pablo, quien antes era Saludo de Tarso, perseguía y mataba a los cristianos. El Señor en Su misericordia, se le presentó y fue tan grande el poder y tan fuerte Su presencia que ese hombre cambió radicalmente. Si quieres recibir la bendición de Dios, déjate inspirar por esta palabra y ten un encuentro con Él para que obre en tu vida a otro nivel.