La fórmula del buen amor

La fórmula del buen amor

Santiago 1:2-4 dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Asimismo. Santiago 1:12-15 dice: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.  Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.

La Palabra nos enseña que, si soportamos las tentaciones y las diversas pruebas con fe y paciencia, el Señor nos dará la corona de la vida. También nos muestra que la tentación de la propia concupiscencia, que es el deseo de bienes no gratos a Dios, concibe el pecado, lo que nos lleva a la muerte.

Proverbios 5:18-19 dice: “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre”.

Como seres humanos, necesitamos ser aceptados y que alguien más nos reconozca, valide, acepte, proteja y ame. El verdadero amor entre hombre y mujer sí existe. En 1 Corintios 13 el Señor nos dice que el verdadero amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta, y que el amor nunca deja de ser, pero que las profecías se acabarán y cesarán las lenguas y la ciencia, menos el verdadero amor.

Luego de 38 años de matrimonio, he aprendido que, previo a una relación de noviazgo, el verdadero amor se descubre cuando comienzas a tener una amistad con alguien con quien tienes ciertos intereses en común para conocerse y saber qué tan bien o mal puedan llegar a llevarse.

Antes de conocer a mi esposo Cash, yo decía que no quería tener novio, pero cuando lo vi jugando voleibol y me di cuenta de que el deporte era un interés en común que teníamos, se me olvidó todo lo que había dicho. Yo utilicé esa herramienta que estaba en mis manos para acercarme a hablarle, ir a verlo jugar y empezar a conocerlo.

Por otro lado, en las relaciones también es importante aprender a suplir la necesidad del otro sin descuidar la de uno mismo. Mi esposo siempre tuvo una inmensa hambre y sed de buscar y servirle al Señor, por lo que yo tuve que ser paciente, flexible y dar lo mejor de mí en todo momento. Asimismo, es fundamental asumir el riesgo de amar, ser maduros y estar conscientes de que no podremos satisfacer todas las necesidades de nuestra pareja por más que queramos hacerlo porque somos humanos imperfectos. 1 Juan 4:18 dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.

Además, para tener una relación sólida, tenemos que vivirla bajo principios bíblicos. El Señor desea darnos sabiduría, equiparnos, sacarnos de la concupiscencia y darnos la corona de vida que viene acompañada de Su promesa de que nada nos faltará.

Las pruebas nos traen fe. Tenemos que madurar en el amor para que, cuando llegue la persona que Dios ha guardado para nosotros, estemos listos. Gálatas 1:10 dice: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”.

Debemos tener una conexión con Dios y trabajar en nuestra amistad con Él, ya que en Él es en quien encontramos el primer verdadero amor. Apocalipsis 3:20-22 dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.