Juan 11:32-37 (RVR1960) dice: María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
Esta porción de la Biblia enseña que Jesucristo se contuvo en medio de la situación y tuvo empatía por su amigo, se estremeció en espíritu y se conmovió. Cuando nos toca despedirnos de un ser querido o acompañar a alguien en un funeral o entierro, nuestro corazón se estremece porque es sensible y se muestra empático con el prójimo, reconociendo que Él tomará el control de todo porque es el dueño de nuestras vidas y quien dictamina el principio y el final.
En ocasiones, las cosas no suceden como las planeamos, pues es parte de la vida. Cuando Jesucristo, quien es omnipotente y omnisciente, ve que sufrimos, busca cambiar nuestra situación para que encontremos paz.
Juan 11:38-44 (RVR1960) continúa: Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
¡Si tan solo creemos veremos la gloria del Dios verdadero en nuestras vidas! A lo largo de la vida habrá muchos momentos en los que perderemos, pero habrá otros en los que Él nos recompensará. La vida no se acaba en medio de la tormenta, pues en determinadas etapas tendremos que pelear batallas, atravesar guerras espirituales y resistir porque Él depositó en nosotros la capacidad y fuerza para hacerlo.
Él es el inicio y el fin, y nos da todo lo que necesitamos para superar cada prueba que se nos presente. La Palabra nos enseña que podemos quitar las piedras que son de tropiezo en nuestras vidas y que tenemos la capacidad de derrumbar obstáculos y de hacer a un lado todo aquello que nos perjudica o hace daño, solo debemos actuar y caminar con fe y con compañía.
He tenido la oportunidad de practicar la Palabra de Dios, de imponer manos y de reprender el espíritu de muerte. La primera vez que lo hice, la persona por la que impuse manos no regresó a la vida y le pregunté al Señor que qué había pasado y Él me respondió que mi fe tenía que ser más grande, por lo que me impresionó la autoridad y poder que siempre ha tenido para resucitar a los muertos.
Juan 16:22 (RVR1960) dice: También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. Asimismo, Isaías 41:10 (RVR1960) dice: No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia.
¡Cree que Dios cumplirá lo que ya nos prometió! Sigue equipándote con Su Palabra, asistiendo a la iglesia y alabando Su nombre en todo momento.