Justicia divina

Justicia divina

En Romanos 10:3-4 leemos: Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.

Debemos hacer la justicia de Dios, no la nuestra. Busca la Palabra, absórbela y multiplícala porque tus frutos son la prueba de que bebes en Sus aguas. No te agobies, Él sabe que tu necesidad es muy grande y también sabe cómo calmarla. Quiere descargar tu corazón y llevarte a otro nivel de bendición, así que debes liberarte de tus angustias y entregarte por completo. Él te llevará a la orilla, pero solo tú puedes lanzarte de cabeza y refrescarte. Cuando lo logres, toma el compromiso de llevar a otros a ese remanso de agua viva. Comparte tu bendición con los sedientos.

Joel 2:28-29 promete: Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.

El Espíritu Santo ha sido prometido a todos. Jesús entiende tu sed de Dios porque la experimentó y ahora es Él quien puede saciarla. Si lo recibiste en tu corazón, ya tienes el cumplimiento y debes aprovecharlo. Por Su sangre adquirimos el derecho de transformarnos en hijos del Padre Celestial y somos parte de Su cuerpo.

Congrégate y busca rodearte de hermanos que te acerquen a la fuente de vida eterna porque tienen esa misma necesidad de encontrarle. Es importante ser una gran familia en el Señor.

Fuente de vida

Juan 7:37-38 dice: En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Cuando Jesús dijo estas palabras aún no había venido el Espíritu Santo. Pero ahora tenemos la oportunidad de recibir sin límites. ¡Tírate de clavado, no le tengas miedo al agua! Esos ríos están ahí esperando a que te sumerjas y te sacies sin temor. No te quedes con hambre o sed.

Cuando estoy en Su presencia no quiero dejarlo, me siento brillante y transportada a otro planeta. Esa es la promesa: llevarte más allá. Procura una buena relación con tu Padre que vivifica y restaura. Búscale, acércate a la fuente de agua y bebe hasta saciarte para de esa forma ayudar a que otros sienten la misma sed. Agradécele sus bendiciones y pídele que te llene de los pies a la cabeza.