Dios nos ha equipado con su unción para ayudar a las personas que están de luto. El dolor de perder a un ser querido realmente es indescriptible, por eso necesitamos de Su presencia para sobrellevar una situación así.
Cuando perdemos a alguien sufrimos varias etapas: negación, tristeza y desánimo, pero en cada una de ellas el Espíritu Santo nos promete Su compañía. Él es quien nos dará consuelo, paz y esperanza en medio del dolor.
Dios nos muestra con su ejemplo cómo debemos actuar cuando alguien está viviendo una etapa de luto. Así como Él se acerca y es capaz de traernos consuelo, nosotros también lo podemos hacer con las personas que nos rodean.
Jesús no reaccionó de forma inmediata cuando le hablaron de la situación que estaba atravesando Lázaro, sino que actuó en el momento más oportuno. Aunque el Señor no actúe de la forma en que esperamos, confiemos en Él. No necesitamos entender lo que está sucediendo para confiar en que Él tiene todo bajo control pase lo que pase.
La muerte de Lázaro era el momento oportuno para que el poder de Dios se manifestara y Jesús lo sabía. Si nosotros tuviéramos a un familiar enfermo dejaríamos todo con tal de estar con esa persona, pero Jesús no actuó como todos lo hubieran hecho. Él realmente confiaba que Su Padre estaba en control de la situación aunque Él no estuviese presente.
Marta le demostró todo el conocimiento teológico que tenía, pero lo que ella necesitaba para ver un milagro era fe, no conocimiento. Necesitamos creerle a Dios para vivir cualquier temporada de nuestra vida. En la salud, en la enfermedad o en el luto, la fe es nuestro mayor recurso.
Jesús no escondió Su dolor. Él fue vulnerable y manifestó Sus emociones. No escondamos lo que estamos sintiendo, manifestémoslo y dejemos que el Espíritu Santo seque nuestras lágrimas. Tengamos la fe para creer por milagros, pero también para confiar en Él cuando no entendamos lo que está sucediendo. Sin importar el dolor que estemos experimentando Su presencia está con nosotros para consolarnos y darnos paz.