Honra a padre

Honra a padre

Éxodo 20:12 dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”.

Es una gran responsabilidad ser padre porque todos aprendemos de esa figura, por lo tanto, cuando lo honramos, lo hacemos con el Padre celestial. A partir de la honra a nuestros padres, el Señor nos promete una larga vida. Es importante sanar la herida del padre terrenal porque, de lo contrario, nos hace dudar del amor y la paternidad de Dios.

A mi papá siempre le gustó la aviación y trabajó en la torre de control del aeropuerto. Además, estudió para ser piloto fumigador. Su carrera como padre comenzó cuando fue el entrenador de voleibol del instituto de mujeres INCA y conoció a mi mamá. Sin embargo, también cayó en el vicio del alcohol. Cuando él se convirtió, restauró su vida hasta ser un predicador. Tuve la oportunidad de ver a un padre descompuesto y la dicha de apreciar cómo la misericordia de Dios lo compuso.

1 Juan 3:1 dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”.

Asimismo, Salmos 128:2-5 expresa: “Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien. Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová. Bendígate Jehová desde Sion, y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida”. Y Salmos 112:1-2 dice: “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita”.

También honro a mi esposo como padre porque ha estado en cada momento cuando nuestros hijos lo han necesitado. En lo espiritual, Dios nos ama extraordinariamente y nos llama Sus hijos. Su voluntad es que comamos del fruto del trabajo, por eso somos bienaventurados: porque gozamos de la felicidad plena concedida por Él. Por eso la comparación de los frutos y los olivos es parte del deseo para la vida de cada uno. El Señor quiere que conozcamos la verdadera paternidad porque Él nos la da. Además, ser bienaventurado también implica temer a Dios, pues de esa manera nuestra descendencia será bendita.

Hay varias características que definen a un buen padre:

  • Es el primer maestro de sus hijos.
  • Demuestra a sus hijos cómo tener una vida buena (la medida para darles un buen ejemplo debe ser cada vez mejor).
  • Provee a su familia porque, de lo contrario, estaría negando la fe.
  • Disciplina y corrige a sus hijos.
  • Es compasivo, sanar las dolencias de sus hijos y los rescata de los hoyos de la vida.

Dios es el Padre celestial que nos ayuda a dar fruto a los demás. Él nos perdona muchas veces cuando nos rescata porque quiere usarnos para salvar a alguien más. Cuando le hice preguntas a mi mamá acerca de mí papá, me comentó del año en que mi hermano Calín “perdió” cuidando a mi papá para que terminara con el vicio del alcohol. Ahora entiendo por qué cuando mataron a mi hermano, mi papá se convirtió a Cristo.

Romanos 8:14-17 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.

Juan 3:16-18 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.  Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.

Puede que nos encontremos en un momento en el que estemos aferrados a alguien aquí en la Tierra y no amemos con libertad a Dios, pero Él nos desafía a que lo reconozcamos como Padre porque está con nosotros y Su amor es más poderoso. Como Sus hijos hemos recibido el Espíritu de adopción, por eso cuando sanamos la imagen del padre en lo natural, es más fácil recibir la Palabra. El Señor no entregó a Su Hijo para condenarnos más, sino para que seamos salvos en Él. Nos ama incondicionalmente, por eso cuando aceptamos ese amor las cosas que merecemos son mejores.