Estoy diseñado para dar fruto

Estoy diseñado para dar fruto

Juan 15:1-12 (RVR1960) dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado”.

Cuando el Señor dice que Él es la vid verdadera, nos está diciendo que existen otras vides que no son verdaderas. Asimismo, en estos pasajes de la Biblia nos menciona que, si somos Sus discípulos y seguidores, tenemos que ver cuál es nuestro fruto. También nos habla del labrador, quien es nuestro Padre Celestial y quien prepara la tierra, lo que quiere decir que Él ha dispuesto todo desde los inicio para que estemos vivos en este momento y podamos dar fruto.

Investigaciones sobre botánica dicen que entre más seca y desértica es la tierra, más sabor tiene el fruto que en ella se cosecha. Por el contrario, cuando más húmeda y compacta es la tierra, menos sabor tiene el fruto que en ella se planta. Como seres humanos, pasamos por distintas pruebas y por el desierto, en donde nos sentimos menos productivos, pero es en esos momentos en los que el Señor hace mucho de la nada para que demos grandes frutos.

El Señor, quien es la vid, nos da vida, una razón de existir y trabaja en nosotros para que demos frutos. Es maravilloso reconocer que el pámpano está trabajando para darle fruto a la vid y que la vid está trabajando para darle toda la cosecha a nuestro Padre Celestial, por eso dice la Palabra que tenemos que apartarnos de lo malo y del pecado, y permanecer en la vid para dar mucho fruto.

Tenemos que dejar que el Espíritu Santo obre en nuestras vidas. Posiblemente, hace un tiempo, cuando iniciaste el camino de la fe, diste fruto en un área, pero ahora Él quiere que des otras clase de fruto para llevarte a otro nivel porque estamos diseñados para dar fruto. Si somos Sus discípulos y Él ya nos reveló cómo se conducía Jesucristo, tenemos que hacer lo mismo: entrar a la casa del pecador para llevarle salvación, ser obedientes, imponer manos sobre los enfermos y liberar a los endemoniados.

El Espíritu Santo nos ha ungido y dado la autoridad en el nombre de Jesús para echar fuera demonios, sanar enfermos y llevar esperanza a toda persona y nación. Dios te quiere activar porque desea usarte para que Su nombre sea glorificado. Recuerda que nosotros no lo escogimos a Él, sino que Él nos eligió a nosotros, por lo que debemos pelear las batallas que se presenten para cumplir con nuestro propósito.

Por otro lado, es importante que nos arrepintamos de nuestros pecados, pues son lo que nos aíslan, oprimen y no nos permiten ver lo que Dios tiene para nosotros, así que este es buen momento para acercarte e Él y pedirle perdón por tus malas decisiones. Él nos equipó para que demos fruto con nuestras familias, con el prójimo, en el trabajo y en la iglesia. ¡Él escuchará tu clamor porque está interesado en todo lo que te sucede!