El siervo bienaventurado

El siervo bienaventurado

Lucas dice 12:41-48: Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos? Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.

En la Biblia, Dios nos habla acerca de ser mayordomos y buenos siervos. La mayoría de las veces hablamos de mayordomía en el área de finanzas, un tema relacionado a la administración de los bienes y recursos; pero yo te quiero hablar de mayordomía en el área de servicio.

1 Pedro 4:10 dice: Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Una mayordomía es el trabajo de administrar, supervisar o tomar cuidado de algo; como, por ejemplo, una organización o una propiedad. La Palabra de Dios nos enseña que somos mayordomos de Él, de Su gracia, de los dones que nos dio y de Sus misterios. Y si el Señor nos llama mayordomos Suyos, no obviemos la responsabilidad que eso implica: hacer uso de nuestros dones para servirle a Él y a las personas. Tomemos en cuenta que no somos mayordomos de cualquier cosa, sino de Sus revelaciones y Sus misterios. Y esto ocurre porque fuimos hallados fieles.

1 Corintios 4:1-2 dice: Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.

Si Dios nos llama a ser administradores de algo tan grande como Sus misterios es porque somos valiosos, prudentes y fieles, así que no deshonremos ese llamado. Nadie llamaría a trabajar en su casa a alguien infiel o imprudente. Una persona fiel es firme y constante en sus efectos, sus ideas y sus obligaciones; y cumple sus compromisos. Si personas así son las que deseamos a nuestro lado, no digamos Dios. Todos merecemos a alguien que nos ayude, incluso Él.

Si somos fieles y prudentes, el Señor nos recompensará. Y no solo recibiremos lo básico para nuestro diario vivir, sino también prosperidad y abundancia. Sin embargo, para ello debemos trabajar en nuestra fidelidad y prudencia: ganemos almas para Él, tratemos a nuestro prójimo con amor y paciencia, mantengámonos en la fe y perdonemos las ofensas de otras personas.

Nuestro deber como iglesia es protegernos unos con otros y darnos palabras de ánimo. No se trata de exponer el pecado de las personas, sino de comprenderlas y ayudarles de corazón de la misma forma que Dios te ha ayudado a ti a salir adelante.

Quienes conocemos la voluntad del Señor debemos estar preparados para ministrar y compartir nuestros dones. Él nos halló fieles y valientes, por lo que tenemos mayor responsabilidad que quienes aún no lo conocen. A nosotros se nos demandará más: Él espera que seamos personas constantes y firmes.