Nuestro Señor es un Dios de pactos y Jesús es el fiador del mejor de esos pactos. A veces nos cuesta entender y aceptar que tenemos que pactar con Él, porque esto implicaría asumir el compromiso de actuar, pero es necesario hacerlo. Jesús es nuestro abogado justo, quien nos defiende, intercede por nosotros y pagó la fianza con Su sangre, porque todos somos culpables de pecado.
En la antigüedad el sacerdote culminaba su misión cuando moría, entonces se buscaba dentro de la tribu de Leví a sus descendientes para que ubicaran el puesto vacante. Jesús sigue siendo ese sumo sacerdote, no “uno más”.
Hebreos 7:22-25 dice: Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
Él es el único y el verdadero. Él murió en la cruz del calvario para darnos la vida eterna y ese es Su sacerdocio, por eso es nuestro único Dios. Cada vez que pecamos, Jesús va delante del Padre a interceder por nosotros, recordándole que derramó Su sangre para salvarnos.
Tenemos dos intercesores: el Espíritu Santo —que está adentro de nosotros— y nuestro Señor Jesucristo —que se encuentra cerca del trono del rey—. No hay nada que les sea negado. ¡Confía en las peticiones que hacen por ti y permite que te enseñen a pedir!
Jesús siempre ruega por nosotros. Siendo santo, inocente y sin mancha no tenía necesidad de presentar el sacrificio que le permitiera acercarse al Padre, pero lo hizo para cumplir con el requisito establecido, como lo vemos en el Antiguo Testamento, y constituirse como el sumo sacerdote eterno, quien por siempre puede interceder por nosotros.
En los tiempos de los profetas, el sumo sacerdote primero tenía que ofrecer algo por él y luego por el pueblo, pero ahora nuestro Señor Jesucristo es el intercesor por excelencia porque se sacrificó para ganarse ese derecho. Todos debemos presentar oración, pero también ofrendas para que el hijo interceda y recibamos respuesta a nuestras plegarias.
Efesios le da al Cuerpo de Cristo el calificativo de “ofrenda”, “olor fragante” y “sacrificio agradable a Dios”. También nosotros debemos presentarnos con esa actitud dando gracias al Señor por todo lo que ha hecho por nosotros.
Hay muchos intercesores que nos han respaldado y que están trabajando con nosotros. Todos ellos nos recuerdan la misericordia y amor de Dios. Pidámosles que siempre intercedan por nosotros y que sean un vínculo sagrado ante el Padre.
Efesios 5:2 dice: Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Cristo se entregó a sí mismo por nosotros y ese fue Su sacrificio en la cruz del calvario. ¿Quién presenta nuestras ofrendas ante el trono del Padre ahora? Cristo Jesús. Esa es su función como sacerdote.
Jesús es nuestro abogado ante el Padre. Le pide que nos perdone y ayude, recordándole que derramó Su sangre para salvarnos. El intercesor siempre ofrece su cuerpo como ofrenda tal como lo hizo Jesús, por eso debes cuidarlo y santificarlo. Jesús está sentado a la diestra del Padre pidiendo por nosotros y presentando nuestras ofrendas, las cuales son necesarias para Su labor intercesora.
Demos gracias por los poderosos intercesores que tenemos. Dios los ha levantado e inquietado por medio del Espíritu Santo para que constantemente nos cubran y guarden. Sé que tú eres el fruto de una persona que ha orado e intercedido por ti.
1 Timoteo 2:5 dice: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. El camino, la verdad y la vida están en Cristo Jesús, quien no solo nos vino a salvar, sino que sigue haciendo Su función de sacerdote para interceder a favor de nosotros. ¡Dios está contigo! Cree que Él es fiel y verás Su gloria en tu vida.