Juan 16:5-15 (RVR1960) dice: Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Jesucristo tenía que morir en la cruz del Calvario para cumplir con el propósito que le fue asignado con el fin de brindarnos la oportunidad de salvación, restauración y vida eterna. Solamente el Espíritu de Dios puede tratar con pérdidas y duelos, consolar en medio de tanto dolor y, en su lugar, traer paz y gozo.
Juan 15:26-27 (RVR1960) dice: Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.
Somos hijos de un Padre Celestial que se muestra cercano en todo momento. Por eso, damos testimonio de lo que vivimos, porque en medio de la dificultad y el dolor, Él nos consuela y otorga Su ayuda idónea para salir victoriosos. Las historias sobre lo que Él ha hecho en la vida de otros son las que nos demuestran que Él existe y que es el único que nos da la paz, el gozo y el consuelo que necesitamos.
2 Timoteo 1:7-11 (RVR1960) dice: Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles.
La muerte de un ser querido es un tema delicado que resulta imposible entender desde la perspectiva natural, pues solo podremos encontrarle sentido desde la perspectiva espiritual. A lo largo de la vida terrenal, viviremos tormentas, enfermedades y pruebas difíciles, entre otras situaciones, pero en medio de ellas, siempre tendremos Su consuelo, perfecto amor y guía para levantarnos.
Debemos entender que donde está el Espíritu de Dios hay libertad. Si en este momento estás oprimido por una enfermedad, por un asunto familiar o por cualquier otro motivo, recuerda que en Él encuentras la libertad que necesitas para vivir en paz y plenitud. Cuando lo buscamos de corazón y con fe activa, nuestro ser es transformado.
Podemos esforzarnos en estudiar, analizar y entender la Palabra, pero es el Espíritu Santo quien hace que penetre en lo más profundo de nuestro ser, pues Él es la promesa del Padre Celestial y el regalo inmerecido que nos dio. No le pongas límites al Señor, por el contrario, permite que obre en tu vida para que luego des testimonio de lo que hizo.