En el corazón está todo, por eso es que la Palabra nos enseña que, por sobre toda cosa guardada, guardemos nuestro corazón; porque de él mana la vida. Debemos entender que todo corazón lastimado puede ser sanado. Salmos 147:3 dice: Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.
En diferentes etapas de nuestra vida nos toparemos con momentos de quebrantamiento, dolor y sufrimiento, sentimientos que no son del todo malos porque nos sacuden para que seamos más fuertes. El corazón es un músculo que necesitamos ejercitar.
Lucas 13:10-17 dice: Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo. Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo[c] su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.
El Señor nos ha visto y ha estado con nosotros en todas las etapas de nuestra vida. Dice la Palabra que Él se perfecciona en nuestra debilidad; no para que seamos más débiles, sino para que haya un cambio y para que Él sea exaltado. Porque es el poder de Dios el que hace la obra.
La Biblia nos muestra las historias impactantes de mujeres que fueron sanas en su corazón, por lo que comenzaron a creer en un milagro. Recordemos que el corazón tiene que ver con el alma, con el cuerpo, con la mente, con los pensamientos, con los sentimientos y con la voluntad, por lo que sí está conectado en todas las áreas de la vida.
Hechos 11:23 dice: Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. El corazón también hay que ejercitarlo para que haya una buena voluntad, por lo que si alguien ha venido a sembrar cosas negativas o inconscientemente te quiere cerrar las puertas para que no recibas la bendición, pelea con esfuerzo y con buena actitud: la Palabra dice que hay bendiciones para ti, por lo que, si dejas que Él sea parte de tu vida, sin lugar a dudas recibirás bendiciones y recompensas.
Juan 16:20 dice: De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La parte emotiva también está en el corazón. El Señor te está llamando la atención porque quiere acapararte y decirte que hay cosas buenas para ti.
Como hijos de Dios, no podemos dejar que Satanás le haga daño a nuestra conciencia. Dice la Palabra que en los últimos tiempos la conciencia será cauterizada y debemos confiar en ello.
Marcos 12:30: Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Si no tenemos un corazón sano, no podremos sentir amor ni amar a alguien más.
Es increíble pensarlo, pero se sana cuando nos levantamos para ayudar a alguien más. El Señor nos fortaleció, por lo que ahora nos toca ayudar a alguien más, acciones que traen emociones automáticas.
Necesitamos sanar nuestra alma y nuestras heridas. También activar nuestro corazón; no solo con ejercicios, sino también con prácticas espirituales; porque necesitamos tener la seguridad de que todo pensamiento venga de Dios y que Él protegerá nuestra conciencia.
No tienes por qué pelear ni contigo ni con alguien más. Sé humilde y vulnerable, y reconoce que el único que manda en nosotros es Dios. Date la oportunidad de decirle sí al Señor, pues Su Palabra dice que si creemos en nuestro corazón y confesamos con nuestra boca que Jesús es el Señor, seremos salvos.