Lucas 1:5-7 dice: Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
Todas las familias enfrentan momentos de crisis. Cada vez es más común escuchar problemas familiares relacionados a divorcios, jóvenes en malos caminos y violencia, entre otros. Sin embargo, como cristianos debemos saber que Dios es capaz de restaurar todo aquello que se considere quebrado.
Zacarías, por ejemplo, junto a Elisabet, servía a Dios y tenían una vida ejemplar. Él pertenecía al orden sacerdotal y obedecía a todas las ordenanzas de la ley. A pesar de ello, la crisis llegó a su vida. Los judíos, por costumbre, se casan jóvenes y cuando nos unimos en matrimonio con la persona correcta, tenemos expectativas de ser prósperos, de tener un buen trabajo y de tener hijos.
Elisabet no podía tener hijos y en ese tiempo decían que las mujeres estériles no tenían la gracia ni el favor de Dios. Era muy duro, pero a pesar de la adversidad, decidieron seguir buscando y sirviendo a Dios.
Cuando recién me casé, tuve un tipo de crisis matrimonial por un tema relacionado al trabajo, que, con oración, logré superar. Lo que debemos tener en cuenta es que las crisis siempre llegan a todas las familias, por supuesto que algunas son más fuertes que otras, pero de la mano del Señor podemos atravesarlas con victoria.
Una de las grandes virtudes que tenemos que practicar, que nos ayudará a atravesar los momentos de crisis familiares es la paciencia. Sin duda, cuando vienen las dificultades, pasamos un proceso en el que Dios desea intervenir.
Cuando nos acercamos a Dios, Él también se acerca a nosotros. Lucas 1:11-16 dice: Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
Si uno de tus grandes anhelos ha sido tener un hijo y por alguna razón no ha sido posible, yo declaro palabras de vida sobre tu organismo y reprendo cualquier mentira declarada sobre tu vientre, el cual hoy es libre para dar luz. Hay un enorme propósito en esa siguiente generación: levantar hombres y mujeres que adoren a Dios.
Si confiamos ciega y plenamente en Dios, Él nos bendecirá y cambiará las circunstancias porque Él anhela sacarnos de las crisis. ¡Ten buena actitud y no dejes que la frustración invada tu vida!