Dios nos ayuda en la batalla de la fe

Dios nos ayuda en la batalla de la fe

Lucas 24:1-4 dice: El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes.

Me imagino que esas mujeres que tenían tanta fe en el Señor sintieron incertidumbre cuando las cosas no salieron como querían. Fue tan grande el susto que se llevaron al ver que el Señor ya no se encontraba en la tumba, que se les aparecieron dos ángeles que llegaron a reforzar la batalla de la fe que estaban atravesando.

No sé si en este momento de tu vida necesitas que alguien llegue a reforzar algo para confirmar lo que Dios te ha dicho, pero debes entender que hay una manifestación sobrenatural y es la aparición de los ángeles. Ellos aparecieron en el momento oportuno y llegaron a reforzar lo que tenían que reforzar.

Hay momentos en la vida en los que como seres humanos somos vulnerables, por lo que bajamos la mirada, sentimos agotamiento y que ya no tenemos fuerzas para continuar. Cuando eso te pase es el momento perfecto para no bajar la mirada. No permitas que la duda invada tu corazón y, al contrario, confía en que Dios está contigo en todo momento.

Jesús venció la muerte y depositó ese poder en nosotros, Sus hijos; es por ello que la Palabra dice que cuando morimos nuestra vida no termina sino más bien empieza porque tenemos vida eterna en Cristo Jesús. Ese poder que está en la cruz del Calvario y en la resurrección nos da la autoridad para declarar sanidad y dar Palabra de fe.

Es muy importante que todos conozcamos la Palabra porque a través de ella lograremos ver las bendiciones que Dios tiene para cada uno de nosotros. En los momentos de debilidad, en los que solemos bajar la mirada, es cuando veremos la Palabra que ha sido sembrada en nuestros corazones, la cual dará muchísimos frutos.

Dios quiere hacer milagros en nuestra vida, por lo que, como Sus hijos, debemos recordar en todo momento que la fe le es dada a cada uno en diferentes porciones y debemos protegerla porque cuando la cuidamos como un tesoro preciado damos más y más frutos.

Lucas 24:5-9 dice: Y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás.

Creamos que hay una promesa para nuestros hijos, para nuestra familia, para nuestras finanzas, para nuestro testimonio y para nuestro caminar. Cuando estas mujeres se acordaron de ello inmediatamente se llenaron de fe y de nuevas fuerzas para testificar que su Señor había resucitado. Fue tanto el ánimo con el que lo hicieron que todos los hombres las escucharon.

Lucas 24:10-12 dice: Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.

La única forma para seguir adelante a pesar de las pruebas es creer que el Señor está con nosotros. Dice la Palabra que Pedro vivió una batalla de fe cuando vio que Jesús había resucitado. Cuando Él murió en la cruz del calvario hubo manifestación hasta en la naturaleza y, fueron tantas las señales en los cielos, que todas las personas que estaban a Sus pies creyeron y manifestaron que Él era el verdadero Salvador. Hasta que fue crucificado creyeron en Él.

Hay Palabra de bendición, de sanidad y de ánimo para tu vida. Aunque las tempestades, los fuertes vientos y los terremotos te traten de mover, debes permanecer estable porque estás parado sobre la roca que es Cristo Jesús. ¡Que nada ni nadie te mueva de ese fundamento!