1 Tesalonicenses 5:16-24 dice: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”.
El Señor nos dice que tenemos que darle valor al Espíritu Santo y a las profecías. En el Antiguo Testamento dependíamos de las profecías, pero en el Nuevo Testamento encontramos que ese espíritu que revela, discierne y guía ya está dentro de nosotros, y que podemos caer en menospreciar las profecías, lo que nos puede llevar a apagar o bloquear nuestro espíritu.
Para recibir más del Espíritu Santo tenemos que conocer las tres áreas del ser humano: espíritu, alma y cuerpo. La única que puede nacer de nuevo de las tres es el espíritu, pues el alma y el cuerpo tienen que trabajarse constantemente.
Efesios 4:30 dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. Tenemos la bendición del Espíritu Santo cuando nacemos de nuevo y para el día de la redención, pero en ocasiones nos desconectamos y permitimos que la carne y el alma nos molesten. A veces queremos aprender ciertas cosas solo con nuestro espíritu humano, pero todo lo que necesitamos aprender lo debemos hacer con el espíritu de Dios y nacer de nuevo.
Cuando Dios habla del alma, hace referencia a los pensamientos, sentimientos y voluntad, pues son las cualidades que nos ayudarán a decirle “sí” a Él, sin importar lo que estemos viviendo. En todo momento tendremos que trabajar para que nuestra alma y cuerpo se alineen al nuestro espíritu y nutrirlo diariamente.
Cuando estamos bajo el peso de la gloria de Dios, no podemos pelear, criticar o juzgar. Nuestro Dios es un Dios de relación que está interesado en conocer profundamente a cada uno de Sus Hijos. Los creyentes no somos de este mundo, solo somos embajadores y vamos de paso, pero mientras estamos aquí tenemos que hacer que la carne y alma se sujeten al Espíritu de Dios.
En la Palabra de Dios es en donde encontramos la fórmula divina que hace que el alma sea sana, el cuerpo transformado y el espíritu sea edificado. Hebreos 4:12-13 dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. Yo no sé cuáles son las intenciones de tu corazón, pero el Señor sí lo sabe.
Asimismo, Isaías 61:1-3 dice: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya”.
La Palabra del Señor, en los Evangelios, también nos dice que el espíritu del anticristo ya está entre nosotros. Yo lo considero un gran monstruo que se va a encontrar con millones de personas para hacerles creer que el Espíritu Santo no puede manifestarse, que no tenemos la capacidad para predicar, que nuestro matrimonio no va a funcionar, que los milagros no existen y negará lo que Jesucristo hizo en la cruz del Calvario por amor a nosotros.
Necesitamos alinear nuestra alma y cuerpo al Señor, porque nuestro espíritu no puede trabajar en solitario. ¡Que Dios te bendiga!