Génesis 1:3-13 dice: Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día. Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo. Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero.
El narrador usó en todos los versículos anteriores las palabras “dijo”, “hizo”, “produjo” y “creó”. Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, lo cual nos da autoridad sobre todas las palabras que salen de nuestra boca. Además, el Señor vio que la luz era buena, por lo que nos escogió a todos Sus hijos para ser luz; porque la Tierra, en lo espiritual, necesita a personas que alumbren en medio de la oscuridad.
Confío en que debemos ser luz en medio de las tinieblas. El Señor ya nos afirmó, dándonos una identidad clara en Él y diciéndonos que somos luz; así que debemos enfocarnos en alumbrar con palabras, experiencias y guerras ganadas para que esa luz sea eficaz.
Lucas 7:1- 10 dice: Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum. Y el siervo de un centurión, a quien este quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir. Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga. Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
Este fragmento de la Biblia nos muestra que el centurión fue constante porque quería un milagro y sabía que podía suceder si tenía la fe puesta en Jesucristo. Él no quería que finalizará el día sin haber tenido la oportunidad de ver un milagro suceder, por lo que colocó su fe y esperanza en la persona correcta.
En Casa de Dios, a través de nuestra congregación, grupos de amistad, retiros y distintos ministerios, hemos tenido la oportunidad de ver cómo el Señor, en Su inmensa misericordia, hace milagros; la mayoría de ellos han sido presenciales en un ambiente de fe o de adoración en el que el Espíritu Santo toca los corazones, y otros han sido por medio de la imposición de manos. Esto nos ha demostrado que hay poder en la Palabra de Dios y que Él nos usa para provocar milagros en la vida de otras personas.
Por su parte, el centurión reconocía la autoridad que tenía Jesucristo y tenía una gran fe, por lo que alcanzó a ver el milagro que quería. La fe muchas veces viene de la confianza que tenemos en Su Palabra, por eso debemos conocerla, estudiarla y vivirla todos los días. Confiemos en que la Palabra, nuestros valores y nuestros principios pueden generar cambios positivos.
Si nos llenamos de Su Palabra, tenemos la autoridad como Sus hijos para declarar que el temor de Dios crezca en nuestra nación; y para clamar por la paz y bienestar de nuestra tierra y nuestras familias. Cuando dejamos que la Palabra de Dios entre en nuestros corazones, un enorme poder crece en nosotros, así que no dudes que la Biblia es la mejor guía para tomar decisiones.
Las promesas de Dios son buenas, agradables y perfectas, y nuestro Dios deposita en nosotros amor, misericordia y autoridad. Como guatemalteca, cristiana e hija de Dios, tengo la autoridad de declarar victoria y milagros sobre mi vida y mi nación, así que confía que tú también puedes hacerlo si acudes a la Palabra en todo momento.
Permite hoy que la Palabra de Dios cambie y restaure tus relaciones y que te alumbre para sanar cualquier dolencia o trauma. Su amor es lo único que te ayudará a salir adelante, vencedor y victorioso.