Cómo glorificar a Dios

Cómo glorificar a Dios

1 Pedro 4:11 dice: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”.

Como hijos de Dios debemos cumplir un propósito en la Tierra: que el nombre de Dios sea glorificado. Para ello debemos ser personas de fe, confesar nuestros pecados y arrepentirnos de ellos, y reconocer que necesitamos ser salvos.

Juan 11:1-4 dice: “Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo de María y su hermana Marta. María era la misma que ungió con perfume al Señor y le secó los pies con sus cabellos. Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo». Cuando Jesús oyó esto, dijo: «Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado»”.

Asimismo, Juan 15:6-8 dice: “El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos”. Esto significa que otra forma de glorificar a Dios es dando fruto, pues Él es verdadero, amoroso y paciente, y siempre ha estado a nuestro lado cautivando nuestro corazón para que solo Él sea nuestro Señor.

También podemos darle la gloria a Dios orando de acuerdo con Su voluntad, lo que, además, nos llena de fortaleza y esperanza para seguir adelante. Juan 14:13 dice: “Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo”.

De igual forma, para glorificar a Dios siempre debemos proclamar Su Palabra. 2 Tesalonicenses 3:1-5 dice: “Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal. Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado. Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo”.

Dios depositó en nosotros amor que cubre multitud de faltas, razón por la que, en lugar de pelear con quienes nos rodean, debemos proclamarlo y compartirlo con los demás. Aunque parezca una locura en estos tiempos, sin dudarlo y sin tambalear, debemos decirle al prójimo que Él lo ama y desea lo mejor para su vida, ya que eso es justamente proclamar Su Palabra.

Otra acción fundamental para glorificar el nombre de Dios es llevar a otros a Cristo Jesús. 2 Corintios 4:15-16 dice: “Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios. Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”.

Como hijos de Dios, debemos esforzarnos en ser agradecidos con Él por todo lo que nos da y, con ese agradecimiento, acercar a las personas que no lo conocen al trono de Su gracia. Juan 11:40-44 dice: “—¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús. Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: —Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste. Dicho esto, gritó con fuerza: —¡Lázaro, sal fuera! El muerto salió con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario. —Quítenle las vendas y dejen que se vaya —dijo Jesús”.

Hay momentos en la vida en los que podemos planificar las cosas, pero hay otros en los que estamos tan vulnerables que solamente necesitamos fe y creer en el poder de Dios. Si tenemos fe, confesamos nuestros pecados, pedimos de acuerdo con Su voluntad, proclamamos Su Palabra y llevamos a otros a Él, nos responderá y hará el milagro en nuestras vidas.