Es importante aprender a escoger funcionarios y trabajar arduamente una vez que la persona electa asuma el cargo. Esa es una actitud cristiana que la Biblia nos enseña, la cual también nos orienta sobre la forma apropiada de asumir autoridad en nuestra vida. Todos gobernamos y tomamos decisiones a diario, así que podemos fundamentar nuestra elección de autoridades evaluando cómo los candidatos han gobernado su vida. Abre los ojos y evalúa las opciones de forma objetiva y pidiéndole sabiduría al Señor.

El pueblo de Israel y sus gobernantes nos enseñan sobre el proceso que se enfrenta para vivir en paz. Al inicio, ellos no tenían reyes sino jueces y profetas, pero pidieron un rey porque veían que otros pueblos se gobernaban de esa forma. Entonces, Dios los complace y Saúl fue su primer rey, que no resultó bien porque desobedeció por lo que fue sustituido por David. Las cosas mejoraron, sin embargo, vivieron una época de guerra. David incluso quería construir el templo, pero Dios le dijo que no porque fueron tiempos muy violentos. El templo se construyó hasta que Salomón gobernó en paz. En Guatemala, como en muchos otros países, se han superado tiempos violentos, pero ya salimos de esa época oscura y ahora caminamos hacia tiempos de paz y democracia.

Quizá los gobernantes tendrían mejores ideas y tomarían mejores decisiones si el pueblo doblara sus rodillas e intercediera por ellos, sin importar las tendencias políticas y conveniencias personales. Somos deshonestos delante del trono de Dios si oramos solo por la persona que nos agrada. Lo justo es comprometerse con Él y con el bien de nuestro país, sin importar qué candidato gane las elecciones.

Aprende a ser una influencia positiva en tu país, como lo fueron Ester, Nehemías y José. Desde tu posición puedes cumplir un buen papel y ser de bendición para otros. Intercede por el gobernante de turno, aunque no sea la persona por quien votaste, y demuestra que tienes fe en el Señor, quien es el gobernante supremo de toda la Tierra. Confía más en Él que en cualquier otra autoridad.

Hay que escoger personas correctas en todo sentido y situación, pues nadie escogería a un vicioso para trabajar en su empresa, mucho menos para gobernar un país. Investiga quiénes son los candidatos para gobernadores, alcaldes y diputados. Debemos escoger gobernantes correctos, capaces, fieles, idóneos, eficientes, diestros, hábiles y con valores, tal como dice la Palabra.

1 Corintios 11:3 enseña: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”. Asimismo, Proverbios 16:32 asegura: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”.

Gobernar implica respeto a las jerarquías. En el reino de Dios, el orden es importante: primero está el Padre, quien es la cabeza de Cristo; y luego, Cristo como cabeza del hombre y de la mujer. La mínima expresión de gobierno se vive en casa y en la rutina diaria, entre cónyuges, padres e hijos. Debemos comprender que el manejo de autoridad se da a todo nivel. Para que un país viva quieta y reposadamente, sus habitantes deben respetar el orden establecido otorgando la autoridad a Dios, no a otras personas. Nuestro compromiso debe ser con Él y con el bien común, no con intereses egoístas. Para hacer un buen trabajo, un gobernante no debe tener compromiso más que con el Señor y el pueblo que lo eligió. Ser gobernador del propio espíritu es mejor que ser conquistador de ciudades, por eso quien desea gobernar un país debe demostrar que se gobierna a sí mismo, tiene buenos hábitos y disciplina.

1 Timoteo 3:1-6 dice: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”.

Desear gobernar o estar en eminencia no es malo, pero se requiere tener algunas cualidades para lograrlo. La Palabra enfatiza la sobriedad y el hecho de ser marido de una sola mujer y alejado de cualquier vicio. En general, quien desea gobernar debe dar testimonio de vida. La honestidad es determinante en un puesto de gobierno, ya que nadie que piense apoyar la gestión pública puede codiciar lo que no es suyo o lo que no se ha ganado honradamente.

Santiago 2:14 asegura: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y luego, en el verso 18 concluye: Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”.

Recordemos que la fe es certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Es decir que los candidatos apelan a la fe de los votantes asegurando obras futuras que aún no se ven. Sin embargo, para creer que alguien es capaz de cumplir sus promesas, primero debe mostrar sus obras pasadas, lo que ha hecho y cuál ha sido su actividad por el país. Solo de esa forma se puede pensar que hará algo en el gobierno.

Al final, lo mejor es asumir e imitar el gobierno de Dios. Acepta Su gobierno en tu vida, pues de lo contrario, ¿cómo aceptarás al gobernante de tu país? Medita y razona tu voto, reconoce que Dios es quien pone y quita reyes. Tenemos delegada autoridad para orar e interceder por las naciones, así que intercede por tu tierra, convencido de que el Señor hace obras poderosas. Asume tu responsabilidad ciudadana con plena certeza de que te dará la prudencia y sabiduría para escoger al gobernante que Él decida.