¡Auxilio, ya no tengo paz!

¡Auxilio, ya no tengo paz!

Romanos 14:17-19 dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”.

La Biblia nos da a conocer verdades sobre la paz de Dios, quien se describe a sí mismo como un Dios de paz. 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Esta es una promesa más para la vida de los creyentes, pues nos dice que somos seres completos porque tenemos espíritu, alma y cuerpo.

El Señor desea que Su paz sea manifiesta en nuestras vidas y que se somatice en todo nuestro ser. Muchas de las personas y cosas que nos rodean trabajan para que no haya paz en nuestros corazones. Hace un tiempo comencé a tener problemas en la piel y me afligí bastante. Por casualidad, conocí a un homeópata, quien ya se encuentra en la presencia del Señor, que me explicó el funcionamiento del cuerpo humano y lo que provoca el descontrol en el sistema nervioso. Concluyó que tenía mucho estrés y afán, y que mi cuerpo, de una y otra forma, tenía que sacarlo.

El Señor también es identificado como príncipe de paz. Isaías 9:6 dice: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.

Además, el mensaje con el que nos alcanzó a los creyentes, el cual debemos predicar es el evangelio de paz. Hechos 10:36 dice: “Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; este es Señor de todos”. Es sumamente importante que aceptemos Su amor y gracia, pero tenemos que enfocarnos en que necesitamos confrontar el pecado para ser salvos y así recibir la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Asimismo, Dios es la fuente de nuestra paz. Isaías 26:3 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. En el rumbo que Él ya marcó para nuestras vida, por supuesto que habrá tropiezos, pruebas y dificultades, pero, a pesar de ello, nos pide que no dejemos de confiar en Él y en lo que nos dará.

Definitivamente, hay cosas que nos pueden robar la paz, pero Dios nos dice que tenemos que confiar plena y seguramente en Él, y que debemos proteger esa confianza, buscando buenas amistades y eliminando todo lo que no nos hace bien. Filipenses 4:6-7 dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

Si estamos afanados tenemos que darle a conocer nuestras preocupaciones en la intimidad. De esta forma recibiremos respuestas, consuelo y Palabras que respaldarán nuestro sentir y paz.

Por último, la obra del Espíritu Santo en el creyente es el facilitador de la paz relacional, por lo que, como Sus hijos, debemos creer en el Espíritu de Dios. Mateo 5:9 dice: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Tenemos que ser pacificadores y jamás contribuir a la violencia o enojo. Aunque nos quieran hacer sentir mal, nuestro deber es traer paz.

Efesios 4:1-7: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo”.

El Señor nos equipó para contribuir con la paz y nos respalda en todo momento cuando actuamos conforme a Su perfecta voluntad.