Romanos 12:1-2 dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Cuando adoramos a Dios, hacemos que nuestras palabras sean elevadas con expresión de gratitud para exaltar Su nombre. A Él le interesa que nosotros, como Sus hijos, le demostremos cuánto lo amamos a través de la adoración, la cual no tiene que ver solo con la música, sino que también en la forma de conducirnos en ese momento a solas con Él. Además, la adoración es un acto muy íntimo en el que podemos postrarnos delante de Él, hablar lenguas y elevarle nuestro canto.
En la Biblia encontramos la historia de una mujer samaritana a la que Jesucristo le pidió que le diera de beber, quien le respondió que los judíos y samaritanos no se trataban entre sí. La conversación que tuvieron se convirtió en un profundo diálogo, ya que Él le reveló su identidad como el Mesías y le habló del agua viva que ofrece, en contraste con el agua del pozo en el que se encontraban. Al final, la charla que mantuvieron se centró en la verdadera adoración: en espíritu y en verdad.
Juan 4:19-26 dice: Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
Nosotros podemos adorar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, lo que nos demuestra que la adoración es verdaderamente seria. Cuando estemos en nuestra habitación con la puerta cerrada, tenemos que estar conscientes de que adoramos a un Dios Todopoderoso y que podemos hablarle en lenguas, puesto que cuando lo hacemos nuestro espíritu es edificado.
Por medio de la adoración a Dios, recibí el poder del Espíritu Santo. Recuerdo que estaba en una vigilia en la que líderes estaban imponiendo manos, por lo que comencé a creer en Su poder y en que mi espíritu podía ser edificado. De rodillas le dije al Señor que quería ser bautizada y, en ese instante, alguien impuso sus manos sobre mí y me dijo que sería llena de Su Espíritu si lo adoraba solo a Él. Empecé a hacerlo, luego a hablar en lenguas y a exaltarlo en espíritu y en verdad, y pude sentir Su presencia de forma sobrenatural.
En la adoración también encontramos liberación. Jesucristo es el fundamento de nuestra adoración y Su presencia requiere un anhelo perseverante de nuestra parte. En el libro de Apocalipsis 1:9-11 dice: Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
En el momento de la adoración fue en el que el apóstol Juan recibió toda la revelación del Apocalipsis. ¡Cosas extraordinarias suceden en la adoración! Solo necesitamos tener la fe y el deseo de acercarnos al Padre. Su voluntad es que en esos instantes de adoración y de soledad, las bendiciones lleguen a nuestras vidas, ya que los cielos se abren cuando le damos esta ofrenda.
Cuando los cielos se abren a nuestro favor, nuestros sentidos se activan y podemos percibir de mejor manera lo que el Padre Celestial nos habla. Él desea que quites de tu vida todo lo que pueda alejarte de Su amor, así que acércate confiadamente al trono de Su gracia para escuchar Sus revelaciones y ver milagros en todas las áreas de tu vida.