Una vida gloriosa

Una vida gloriosa

Todos, en las distintas etapas de la vida, atravesaremos momentos de felicidad y de dificultad. Sin embargo, como creyentes debemos reconocer con certeza que, sin importar la circunstancia que estemos viviendo, Dios ya nos prometió que, por más oscuro que sea el camino o por más difícil que sea la situación, nuestro final será glorioso porque el Espíritu Santo nos acompaña en todo momento.

El sacrificio que Jesús hizo en la cruz del Calvario por amor a nosotros nos dio acceso directo a la presencia de Dios, por lo que ya no necesitamos intermediarios, pues cada uno puede acercarse al Espíritu Santo y ser renovado. Para mí ha sido impresionante ver Su mano poderosa, pero me imagino que nada se comparará con verlo cara a cara, por lo que debemos anhelar con todo el corazón ver Su rostro para que, cuando sea el momento indicado, nos lo muestre y, consecuentemente, seamos transformados.

En ocasiones, cuando atravesamos una mala temporada, de forma casi natural nos escondemos, ya que solemos pensar que Dios nos abandonó y que a partir de ese momento se acercarán más y más complicaciones. No obstante, Él nos da la instrucción de levantarnos, mostrarnos al mundo y testificar que no estamos derrotados y que cada mañana Sus misericordias son nuevas. Aunque pasemos por oscuridad, nuestro Padre jamás nos dejará solos, así que debemos declarar que no hay adversidad capaz de estorbar Su plan perfecto porque fuimos diseñados para ver Su gloria.

Por otro lado, la esperanza y un futuro lleno de plenitud son herencia de Dios, pero solo la vemos cuando reconocemos al Padre de la gloria. Como seres humanos imperfectos, nos resulta fácil caer en el afán de pensar que nuestra vida seguirá igual y que sufriremos el tiempo que estemos en la Tierra, lo que nos lleva a creer que seremos incapaces de enfrentar y superar los retos que se nos presentan en las distintas áreas de la vida. Cuando te invada la preocupación, el afán o la ansiedad que provocan los malos pensamientos, recuerda que tienes un propósito y que en Él encontramos la esperanza que necesitamos.

Hay una realidad sumamente bella que debe motivarnos cada día: Jesús nos hace partícipes de la gloria del Padre para que seamos uno solo con Él. Cuando caminamos bajo esa gloria, no hay envidia, falta de perdón o comparación, puesto que Su gloria nos lleva a la unidad en Cristo, que a su vez muestra el amor que Él depositó en nosotros porque en Él todos somos uno. A pesar de que todos somos diferentes porque fuimos creados con características únicas, Él nos ama tanto que nos permite participar de una misma gloria que nos lleva a la unidad.

Recuerda que el amor entre unos y otros refleja la gloria de Dios, por lo que te animo a tomar la decisión de amar a las personas a pesar de sus imperfecciones, ya que de ese modo demostrarás que Su gloria está presente en tu vida. ¡Bendiciones!