Todos tenemos o hemos tenido amigos que están con nosotros cuando estamos en el mejor momento de nuestra vida, otros que nos acompañan mientras atravesamos dificultad y otros que están siempre, sin importar la etapa en que nos encontramos. Es importante que entendamos que la amistad no se mide por la cercanía, sino por la fidelidad.
Como con cualquier otra relación, la amistad necesita de paciencia para desarrollarse de la mejor manera. Absolutamente nadie nace siendo amigo porque la amistad se construye día a día. Es por ello que como seres humanos poseemos la capacidad de ser amigos de todos, aunque no todos se muestren amigos nuestros.
Con el paso de los años he aprendido que la amistad es tan importante y necesaria que ni siquiera Dios se abstuvo de ella, pues la Biblia nos enseña que Él convivió con muchas personas, creó vínculos, transformó la vida de los que lo conocían y tuvo muy buenos amigos. Como seres humanos, lo que nos acerca hacia una genuina amistad con el Señor es nuestra fe.
En ocasiones solemos ser muy selectivos con las amistades y olvidamos que absolutamente todos somos imperfectos y cometemos errores a diario por el simple hecho de ser humanos. ¿Qué tan cerca has estado de las personas? Quizá este sea un buen momento para romper con toda barrera social y cultural, y para acercarte a aquellos a quienes nunca les diste una oportunidad de amistad por alguna u otra razón.
Imitemos a Jesús y tomemos los riesgos necesarios por amor, pues es la forma más efectiva de obtener buenos resultados. Recuerda que Jesús le dijo a la mujer samaritana todo lo que había hecho y no la condenó. Eso fue lo que la sorprendió. En este momento se abrió la salvación a los gentiles. Por eso afirmaban que Jesús era el Salvador del mundo: porque no hacía acepción de personas. Desafió el estatus quo de aquellos que acostumbraban a hablar del Señor.
Sin duda, todos necesitamos de buenos amigos. En Casa de Dios —la iglesia que dirijo junto a mi esposo— desde el inicio hemos sido intencionales en crear comunidad a través de grupos de amistad. Sabemos que hay muchísimas personas que se congregan en nuestra iglesia que han conocido a sus mejores amigos en estos grupos. Esto es solo un ejemplo, pues las buenas amistades las podemos encontrar en cualquier lugar.
Si queremos ser efectivos compartiendo las buenas nuevas de salvación debemos acercarnos naturalmente a las personas. Dios cambiará nuestros prejuicios y nos ayudará a mantenernos cerca de las personas. Compartamos tiempo con ellas y seamos sus amigos porque todos necesitamos amigos para vivir una vida con sentido.