Todo cambió en mi interior cuando supe que me convertiría en madre por primera vez. Me llené de una energía nueva y difícil de explicar. Supe que la aventura que estaba por comenzar sería de bendición, tanto para mí como para mi esposo y nuestras familias.
Recuerdo muy bien el día que le di la noticia a mi mamá de que estaba embarazada. Me vio con tanta preocupación que creí que enumeraría las situaciones complicadas del embarazo, como que mi cuerpo comenzaría a cambiar, que iba a engordar o que los dolores de parto normalmente son fuertes. Sin embargo, lo primero que me dijo fue: “¡Ay mijita! Nunca más vas a volver a dormir igual”. Me sorprendió su reacción, pero dicho y hecho: no volví a dormir igual. En esa etapa los sentidos se agudizan y uno vive alerta de todo lo que sucede alrededor.
Científicamente, la palabra madre significa “la designación biológica determinada y específica por el embarazo”. Para mí va mucho más allá. Ser madre es la versión más pura de ser mujer; es darle un giro de 360 grados a la vida. Implica dejar de lado muchas necesidades propias por darle todo a esas personitas que tanto amamos. Es dar el corazón entero y todas las fuerzas para sacarlos adelante; y es guiarlos por el camino correcto para que sean la mejor versión de ellos mismos.
El amor sincero de una madre es algo que sólo quienes hemos tenido la bendición de concebir podemos entender. Es un amor generoso, infinito y lleno de sacrificios que implica seguir los pasos de los pequeños maestros: los hijos. Es un amor que se adapta a las circunstancias, pues minimizamos o hacemos a un lado las rutinas de ejercicio, de maquillaje y de las cosas que nos gustan para que nuestros pequeños coman y estén limpios e impecables en todo momento.
Mi esposo Cash y yo tuvimos la dicha de traer al mundo tres hermosos hijos: dos hombres y una mujer. Con cada uno tengo una historia diferente y única, desde el momento de la concepción, durante el embarazo y la forma en la que los di a luz.
Con Cashito —mi primer hijo— empecé los dolores a las 12 p.m. y nació a las 4 a.m. Con Juan Diego —mi segundo hijo— empecé a las 6:30 a.m. y nació a las 8 a.m. Y Ana Gabriela —mi tercera hija— nació de emergencia por cesárea, ya que corría el riesgo de morir.
Cada hijo tiene su propia esencia, es por eso que nunca podemos esperar lo mismo de cada uno ellos ni exigirles resultados iguales o semejantes a los de sus hermanos.
Quise escribir lo que para mí significa ser madre como una manera de conmemorar la dicha y bendición de serlo en este mes en el que en muchos países del mundo celebramos el Día de la madre. Con el paso del tiempo he aprendido que la maternidad no significa estar siempre alegre o impecable, sino todo lo contrario, ya que muchas veces lloramos, sufrimos insomnio y nos desvelamos, pero tenemos la seguridad de que lo volveríamos a vivir una y otra vez por amor a los hijos.
Hoy reconozco la labor de mi madre y la de la mayoría de las madres que han contribuido con el pilar de la sociedad: la familia. Doy gracias a Dios por todo lo que me ha enseñado mi madre, por su esfuerzo y sus logros, porque nunca se dio por vencida y por enseñarnos, a mí y a mis hermanos, a volar muy alto.
Si llegaste hasta acá, te motivo a que le enseñes a tus hijos a ir más allá de los límites. La belleza y el bienestar vienen de adentro y una sonrisa siempre será el mejor maquillaje. La preparación de una madre es el mejor legado para los hijos.