Dios nos creó a su imagen y semejanza con alma, cuerpo y espíritu. Ninguna de estas áreas está desligada una de la otra, sino que se complementan y nos hacen seres integrales.
En nuestra alma están los pensamientos, los sentimientos y la voluntad. La Biblia explica claramente que hay una relación entre la mente y el cuerpo, por tal razón lo que pensamos también afecta nuestra salud física. Esto quiere decir que cuando nuestros pensamientos son transformados y renovados, el cuerpo también cambia. Cuando aceptamos a Jesús como nuestro único Señor y Salvador abrimos una puerta grande llena de bendiciones y promesas para nuestra vida.
Si creemos que Dios envió a Su hijo a morir por nosotros, entonces también debemos de creer que Él es quien puede sanarnos. Es importante que nunca olvidemos que Jesús padeció en la cruz para darnos sanidad, tal como dice en 1 Pedro 2:24 e Isaías 53:4. La voluntad de Dios es que seamos sanos, no solo del cuerpo, sino también del alma; y en esa área es donde nos toca trabajar a nosotras.
Por ejemplo, Jesús pide que perdones, pero es a ti a quien te corresponde perdonar. Lo que decidas puede librarte de las enfermedades que la falta de perdón puede traer.
Desde que tomé el llamado de Dios en mi vida he sido testigo de cómo Él sana a las personas. He visto muchos milagros y todos me han impresionado porque son manifestaciones del poder del Señor.
Hace aproximadamente dos años mi primera nieta se enfermó del corazón y pasó un proceso de salud bastante fuerte. Fueron momentos de mucha angustia para toda la familia. Sin embargo, no permitimos que ese sentimiento nos hundiera y decidimos creerle al Señor por un milagro. Efectivamente, ella salió victoriosa de ese proceso y nuestra fe creció.
En algún momento de la vida todos padeceremos alguna enfermedad. Yo, por ejemplo, he tenido mis achaques y he sido intervenida quirúrgicamente, pero nunca he cuestionado el porqué, simplemente esos procesos me han ayudado a ver la mano de Dios obrar en mí.
El Señor entiende las necesidades de todos Sus hijos, Él es un Dios de detalles que día a día nos muestra Su infinito amor, incluso en las pequeñas cosas. Él está en todos lados y Su Espíritu Santo nos acompaña a donde quiera que vamos. Así que, a pesar de cualquier enfermedad, no dejes de creerle porque la sanidad llegará. Proverbios 8:7-8 dice: “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”.
No esperes más, cree que Él anhela sanarte. Te aseguro que Sus planes son de bienestar y no de calamidad. ¡Declaro sanidad para ti y que toda dolencia o enfermedad desaparezca en el nombre poderoso de Cristo Jesús!