La Real Academia Española define resiliencia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. En otras palabras, es la capacidad que tenemos de sobreponernos a momentos críticos y de adaptarnos después de experimentar alguna situación inusual e inesperada.
Sin duda, la resiliencia no es una cualidad innata en los seres humanos, sino algo que absolutamente todos podemos desarrollar a lo largo de la vida. Hay quienes adoptan este hábito o práctica porque en sus hogares o en su círculo de amistades cercanas han tenido un modelo a seguir de resiliencia, mientras que otros han encontrado el camino por sí solos tras las distintas adversidades que han vivido.
El 2020 fue un año complicado y difícil, ya que debido a la pandemia y las restricciones impuestas por los gobiernos nos tocó resistir más que nunca. No sé qué nos depara este nuevo año, pero sí sé que en nosotros está la bendición de Abraham y que tenemos la capacidad de avanzar siempre y cuando nos lo propongamos. Este es el momento perfecto para ser resilientes y para procesar y utilizar para bien todo lo que nos afectó en temporadas pasadas. Aunque hayas tenido que luchar contra situaciones adversas o hayas probado el sabor del fracaso, ¡no te des por vencida!
La resiliencia también indica volver a la normalidad. Y con esto no me refiero que en una o dos semanas el mundo entero volverá a ser como antes de la pandemia porque definitivamente así no pasará; sin embargo, podemos retomar viejas costumbres y hábitos que nos ayuden a transformar lo malo en lo bueno. Dios nos dio la capacidad para procesar heridas, problemas, frustraciones y convertirlos en bendición. ¡Aprovéchalo!
Si crees en la bendición de Abraham y que formas parte del pueblo cristiano, también debes creer que transformarás las cosas negativas en positivas y que todo ayuda para bien. Pídele al Señor que abone tu mente, corazón y alma para que crezcas en todas las áreas de tu vida y que te dé las herramientas para ir a más y a mejor. Comprométete con Dios y contigo misma en ser una persona resiliente en todo momento.
Por otro lado, he aprendido que es un verdadero reto ser constante en el camino del Señor, mas no imposible. Por eso debemos ser mucho más intencionales en buscar tiempo para compartir con las personas que nos rodean sobre lo que Dios ha hecho en nosotras y en nuestra familia.
Nosotras tenemos la responsabilidad de construir un legado de bien para nuestras generaciones, por lo que enseñándoles resiliencia lograremos que perpetúen la bendición, la protección y la obra de Dios. ¡Es tiempo de resurgir!