Con el paso de los años he aprendido que para agradar a Dios debemos tener fe en todo momento sin importar las circunstancias. Como Sus hijas debemos creer en las promesas que tiene para nuestra vida y manifestarle nuestra confianza a través de la práctica constante de la fe.
Al igual que el amor, el gozo, la paz, la mansedumbre, la templanza y la benignidad, la fe es fruto del Espíritu Santo. Todas las personas tenemos una diferente medida de fe que debemos fortalecer y poner en práctica todos los días, sobre todo cuando necesitamos un milagro. Personalmente he atravesado experiencias personales y familiares bastante fuertes que han probado, ejercitado y aumentado mi fe.
¿Qué debemos hacer para que nuestra fe crezca cada día más? Activarla para que no muera, trabajar con ella y compartirla, ya que las Escrituras dicen que nuestra fe sin obras es muerta. Todos los seres humanos necesitamos tener una fe que se mantenga activa y viva, pues es lo que nos ayudará a encontrar evidencias de la presencia de Dios y de Su respaldo.
Desde que decidí entregarle mi vida al Señor y servirle a tiempo completo me he dado cuenta de que la fórmula perfecta para mantener activa nuestra fe es ponerla al servicio de otros y que sea útil. Así que si sientes que no avanzas en fe quizá sea porque la tienes guardada o no la compartes. No esperes más a ponerla en acción para que se multiplique. ¡Es momento de actuar!
Es muy probable que durante este tiempo de pandemia y aislamiento social te hayas sentido decaída más de una vez y que no hayas ejercitado tu fe como te gustaría, pero ¡no pasa nada! Levántate, alinea las convicciones de tu corazón a las palabras que salen de tu boca y habla con fe en todo momento. Aunque en el mundo entero aún exista temor e incertidumbre es importante que glorifiques al Señor con tu fe.
No inviertas más tu energía y tiempo en pensar en lo malo y negativo que te ha sucedido, mejor enfócate en lo que te mantiene en victoria y encaminada hacia lo bueno. Para ello, a mí me ha funcionado muchísimo iniciar cada día con la convicción de que lo que Dios ya prometió pronto se cumplirá. Esto provoca que mis pensamientos se enlacen a la fe.
No permitas que nada te haga perder la confianza en las promesas del Señor. Es tiempo de que tu vida sea testimonio y evidencia de la fe que te identifica como Su hija, así que pídele que moldee tu corazón y te use para ser instrumento de Su gran amor. La evidencia de la fe está en tus manos y en tu corazón, así que actívala para ver prodigios.