El médico, cirujano y filósofo griego del imperio romano, Galeno, en el siglo II antes de Cristo, creó la tan conocida teoría de los temperamentos básicos del ser humano. Partiendo de la idea de que estamos constituidos por la mezcla de cuatro elementos que corresponden a los humores del cuerpo, estableció cuatro temperamentos: el colérico (menos tolerantes, propensos al estrés y de voluntad fuerte), el sanguíneo (sentimentales, emocionales y optimistas), el melancólico (depresivos, somnolientos y abatidos) y el flemático (indiferentes, calmados y racionales). Normalmente cada uno de nosotros somos una mezcla de dos de ellos.
Los libros sobre personalidad, carácter o temperamento regularmente integran un test que determina la personalidad de cada uno según la teoría de Galeno u otras. Sin importar lo que dictamine el tipo de temperamento en el que cada uno encaja, lo más importante es saber y reconocer que lo que somos debe formarse y fortalecerse en Dios. La mayoría de las personas en más de algún momento hemos sufrido enojo, un estado emocional que incluso puede distorsionarnos. A causa de él miles de personas han perdido matrimonios, amistades, trabajos, salud y paz, entre otros.
Quiero decirte que Dios nos creó para ser ganadores y, muchas veces, por dejarnos dominar por sentimientos negativos como el enojo y la ira, reaccionamos de formas que nos hacen perder. Es tan cierto el dicho que dice que el que se enoja, pierde. Y yo creo que además de perder también podría hacer locuras de las que luego podría arrepentirse. Para vivir en paz es indispensable que aprendamos a dominar nuestro temperamento y carácter ya que de esa forma podemos ser de gran bendición para quienes nos rodean.
Algo que a mí me ha funcionado para que el enojo no me domine es no permitir que ese mal sentimiento me dure horas, ya que lo mejor es resolver la situación lo antes posible para que el diablo no invada y mine mi mente, y para que el problema no se vuelva más grande. Por otro lado, cuando estamos con una persona que está enojada, aunque sea difícil, lo mejor que podemos hacer es hablarle con palabras blandas, suaves y empáticas.
En las relaciones amorosas, de amistad y laborales siempre habrá problemas y discusiones, pero lo importante es que no perdamos a causa del enojo y la ira. Si sientes que la mayor parte del tiempo pasas enojada, incluso a veces sin causa, es momento de que te doblegues delante de Dios para que Él transforme tu carácter. No permitas más que la frustración y tristeza ocasionadas por sentimientos negativos te absorban. ¡Sé libre del rencor y del resentimiento para empezar a ganar en lugar de perder!
Te animo que imites a Dios, quien seguramente hará cambios en tu corazón y para que puedas ser bondadosa, compasiva y puedas perdonar para que obtengas resultados plenos en todas las áreas de tu vida.