Proclamar sanidad

Proclamar sanidad

La Biblia nos enseña que las enfermedades y el sufrimiento que causan forman parte de nuestra condición humana tras el pecado original. Como creyentes, en ocasiones nos preguntamos por qué existen y por qué tienen que afectarnos a nosotros o a las personas que amamos, pero la realidad es que, así como existe el bien, existe el mal. A pesar de ello, somos hijos de Dios, quien ha demostrado ser el sanador por excelencia y quien nos libra y sana si tan solo creemos que así lo hará.

Las Escrituras contienen muchísimos relatos acerca de los milagros de sanidad física, emocional y espiritual que el Señor realizó. Estoy segura de que, al igual que yo, has recibido sanidad en alguna de esas áreas. También has escuchado maravillosos testimonios sobre lo que Él ha hecho en la vida de otros. Todo es posible para el que cree y lo honra en todo momento, y para el que obedece Sus instrucciones con humildad. Además, he aprendido que la intercesión es una de las armas más poderosas para recibir las manifestaciones de Su inmenso poder.

Aunque estemos desesperados, para recibir un milagro debemos acercarnos con humildad y respeto al Señor porque la Palabra dice que Él resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Como Sus hijos, debemos tener presente que Su mayor anhelo es ayudarnos y llenarnos de paz, pues Él nos entiende mejor que nadie porque Él mismo padeció en la cruz del Calvario para darnos libertad y sanidad. Por más difícil que sea la situación que estás atravesando, jamás dudes de que Su voluntad es que seamos sanos del cuerpo y el alma.

Hace un tiempo, alguien que estaba viviendo un momento complicado por fuertes quebrantos de salud me dijo, con una actitud admirable, que no importaba el tiempo que pasara en ese estado porque tenía la completa certeza de que el Señor se manifestaría en medio de la tribulación. Me quedé sorprendida porque en ocasiones nuestra inquietud y falta de paciencia nos hacen dudar de lo que Él es capaz de hacer en nuestras vidas. Si estás enfermo, este es el momento perfecto para que te abandones en Sus manos, con el fin de que te otorgue salud y restauración, porque sí lo hará.

Por otro lado, recuerda que, como hijos de Dios, podemos interceder por los demás, ya que Él nos dio la libertad de imponer manos por quien lo necesita porque desea usarnos para obrar en otros. Quizá no seas tú quien esté enfermo en este momento, pero si conoces a alguien que lo está, acércate y ora, con fe activa, humildad y respeto, por un milagro en su vida. Te aseguro que nuestro Padre Celestial corresponderá a esa oración que hagas porque Él es bueno y conoce los deseos de nuestro corazón.

¡Atrévete a proclamar sanidad para tu cuerpo y para quien lo necesite! Practica la Palabra de fe y cree que el milagro llegará porque todo es posible para el que cree.