Me encanta una frase respecto a la paternidad que en algún momento escribió el poeta estadounidense nacido en la Gran Bretaña, Edgar A. Guest: “Solo un padre lo da todo para allanar el camino de sus hijos, haciendo con coraje inquebrantable las cosas que su padre hizo por él”. Al igual que las madres, los padres son capaces de darlo y dejarlo todo por el bienestar y la felicidad de sus hijos. A eso nos dedicamos desde el momento que nacen y los tenemos en nuestros brazos.
Hoy más que nunca me siento sumamente agradecida por la vida de mi esposo y mis hijos varones, quienes ya son padres, pues he visto que su fortaleza no proviene de la fuerza física que caracteriza al sexo masculino, sino de la fe que han desarrollado con el paso de los años y el esmero que ponen cada día para ser los mejores. Por supuesto que, como cualquier ser humano, son imperfectos y cometen muchos errores, pero siempre buscan la manera de sobreponerse para dar el ejemplo.
De mi papá, quien desde hace algún tiempo descansa con Dios, aprendí muchísimo. A pesar de los momentos difíciles que atravesamos como familia fue alguien que reconoció sus errores, que nos amó en gran manera y que siempre proveyó. Luego Dios me bendijo con un estupendo, divertido y ejemplar esposo, quien desde que nació nuestro primer hijo (de tres) ha sido el mejor padre que pude imaginar para ellos. Su legado con mis dos hijos varones, Cashito y Juan Diego, ha trascendido generaciones, pues ellos también están realizando un maravilloso papel con mis nietos. Admiro muchísimo el esfuerzo invaluable que hacen para sostener a sus esposas e hijos.
Si aún tienes a tu padre, aprovecha cada instante para honrarlo, bendecirlo y amarlo en lugar de juzgarlo por sus imperfecciones, porque absolutamente todos las tenemos. La Palabra de Dios es clara al decirnos que como hijos debemos honrar a nuestros padres porque esa es la garantía para que a nos vaya bien en la vida.
Lo más hermoso de la maternidad y la paternidad es que, aunque nuestros hijos crezcan, se independicen, formen una familia y se conviertan en madres y padres de familia, no dejan de ser hijos. Como siempre lo ha dicho mi esposo: “Ser papá es un trabajo que no tiene jubilación”. El Día del Padre en Guatemala se celebra cada 17 de junio, es por ello que hoy dedico este espacio a todos los hombres que con esmero, amor y arduo trabajo han desempeñado su papel de papá.
Mi deseo para los padres en su día es que entiendan la paternidad del Señor y que reconozcan quiénes son en Él, ya que solo así comenzarán a ver la vida de otra forma. Continúen bendiciendo a sus hijos enseñándoles los principios de vida que todas las personas hemos aprendido de nuestro Padre Celestial. ¡Qué Dios los bendiga y proteja siempre!