La Biblia nos enseña que el dominio propio o la templanza es una de las manifestaciones del fruto del Espíritu Santo en la vida de todo creyente; nos ayuda a tener control sobre lo que pensamos, hablamos, hacemos, sentimos y hasta de lo que comemos. La Palabra, claramente nos dice que mientras más permitimos que el Espíritu Santo nos transforme, más crecemos en el área del dominio propio.
Asimismo, el término bíblico del dominio propio se refiere a la virtud de saber controlar nuestros impulsos y emociones. Sin duda, al ejercitar el dominio propio mostramos que, gracias a la obra del Espíritu Santo en la vida de cada persona, tenemos la completa autoridad sobre nuestra carne, la cual nos da las fuerzas necesarias para obedecer a Dios en todas las áreas de nuestra vida.
Como seres humanos tendemos a pensar mal de casi todo: personas, actitudes y situaciones, entre otros. Si consideras que tus pensamientos te han estado dominando o te has descubierto pensando en algo que no le agrada a Dios, es momento de llevar cautivo todo mal pensamiento, meditar, deleitarte en la Palabra de día y de noche, vivir conforme al Espíritu Santo y no satisfaciendo los deseos de la carne.
Con el paso del tiempo he aprendido que las acciones están completamente enlazadas con los pensamientos, puesto que nuestras acciones siempre ocurren luego de un pensamiento que pudo dominarse. Tenemos la capacidad de hacer lo que queramos, pero no todo nos conviene, por lo que en muchas ocasiones es necesario abstenernos. Antes de actuar, pregúntate: ¿Afectaré a alguien más? ¿Afectará esto mi vida espiritual? ¿Afectará esto mi salud? ¿Cómo me verá Dios?
Por otro lado, hay muchas personas que no saben dominar lo que sale de sus bocas, pues hay quienes utilizan las palabras para corromper a otros y no para edificar. La Palabra del Señor nos enseña que en las muchas palabras no falta pecado, por lo que es fundamental que meditemos en lo que hablamos y cuánto lo hacemos, ya que hablar de más no siempre es la mejor opción. Antes de hablar, sin importar con quien lo hagas, piensa en si Jesús diría algo así, si afectará lo que digas o si te arrepentirás de hacerlo; esto te ayudará a dominar todo lo que quieras expresar o a hacerlo de la mejor manera.
En cuanto a las emociones, es fundamental que entiendas que nuestro amado Dios nunca las invalida, por el contrario, las entiende y se pone en nuestro lugar porque hasta Él las llega a sentir. Cada vez, el mundo nos ofrece peores cosas que van en contra de lo que Él quiere para nosotros, es por ello que, ahora más que nunca, debemos llenar nuestro corazón de todo lo bueno que tenemos a nuestra disposición y renunciar a las emociones que solo nos hunden.
Te animo a que de ahora en adelante seas intencional en llenar tu mente, tu alma y tu corazón de lo verdadero, honesto, justo, puro y amable; para que puedas tener dominio propio sobre tus pensamientos, acciones, palabras y emociones. Recuerda que el dominio propio es vital para asegurarnos una vida consagrada al Señor.