Acá entre nos, ¿alguna vez te han acusado de estar “sensible” o “delicada”? Yo he sido víctima de los comentarios de mis hijos. Siendo honesta, como mujeres no podemos pasar por alto que hay días de días… ¡Cómo no! Si nuestro sistema hormonal hace que cada mes experimentemos distintos sentimientos y emociones que no siempre podemos manejar.
Las mujeres somos un diseño perfecto de Dios. Él nos creó con sistemas que tenemos que aprender a conocer. Por ejemplo, el sistema endocrino que está formado por glándulas que liberan hormonas que se encargan de controlar nuestro estado de ánimo, el metabolismo, la reproducción y muchas cosas más.
La explicación científica la puedes encontrar en libros o en sitios especializados en internet, lo cierto es que hay argumentos que debemos valorar para entender nuestro cuerpo y no tomar a la ligera esos cambios que vamos experimentando a través del tiempo: el periodo menstrual, la menopausia, el embarazo o postparto.
Dios nos hizo únicas. Observa que ni el periodo menstrual es igual en todas las mujeres. Algunas lo viven en un lapso de tres días mientras que otras pasan hasta ocho días con él; algunas sufren cólicos mientras que otras no tienen ninguna molestia. No hay nada escrito en este arte de entendernos porque a veces ni nosotras podemos, así que no exijamos que los demás lo hagan. Aceptemos esa individualidad, nuestras curvas, el cabello, las arrugas, las estrías, las canas y todos los aspectos físicos que poseemos que nos distinguen.
En este tiempo en el que quizá no hay presupuesto para ir al salón de belleza, mírate en el espejo y disfruta tu pelo suelto y hasta las libritas extras. Al final estás en tu casa con tu familia: el lugar donde nadie te juzga y donde no te aman por tu apariencia física ni por lo que haces, sino por lo que eres.
Cuando estamos cómodas internamente, nuestras emociones y reacciones contribuyen a nuestro bienestar. Como hijas de Dios tenemos la oportunidad de administrar lo que sentimos de acuerdo con la Palabra del Señor. Con ella podemos alejar la amargura, la ira o la tristeza.
Si los síntomas o incomodidades se incrementan es bueno que acudas al médico para que te evalúe y determine si todo está entre los rangos normales. Mientras tanto, reconocer nuestra fragilidad y vulnerabilidad no es malo, sino una manera de admitir que necesitamos que Dios obre en nosotras.