Cuando te ves en el espejo, ¿a quién ves? ¿Qué es lo que te agrada o desagrada de esa imagen que aparece en el reflejo cada mañana? Tu respuesta revelará cómo está tu autoestima.
Podemos resumir que la autoestima es la imagen que tenemos de nosotras mismas así como el aprecio y la confianza con la que nos desenvolvemos en la vida. Tener una adecuada autopercepción no es una tarea sencilla.
Hay factores externos que pueden bombardearnos y dañar esa autoimagen, especialmente durante la pubertad y la adolescencia, cuando nuestro cuerpo empieza a sufrir cambios. Es una etapa difícil, lo digo por experiencia. De pequeña siempre tuve apodos porque fui gordita. Recuerdo que mi mamá me confeccionaba ropa sin vuelos y me hacía usar vestidos lisos para disimular esas libritas extra que tenía. No niego que eso me hizo sentir rechazada y afectó mi autoestima, pero gracias a Dios y al apoyo de ella lo pude superar.
¿Has tenido dificultades para sentirte bien contigo misma? Es esencial que analices de dónde viene esa percepción y trabajes en ella. Probablemente comentarios negativos de la familia o amigos te hayan marcado, pero si le has abierto tu corazón al Señor y reconoces que Él es tu Padre, debes dejar todo atrás, perdonar a quienes te dañaron y seguir adelante con una nueva visión de ti misma. Imagínate a Jesús dando su vida por ti, eso muestra lo valiosa que eres. Además, recuerda que Dios te formó y te diseño única y especial.
Siempre es momento ideal para empezar a mejorar la relación que tienes contigo misma. Te puedes ayudar un poquito cuando aprendes a conocer tu cuerpo para saber elegir las prendas que te quedan mejor. Hazte cumplidos y mímate siempre que puedas; refuerza todo lo bueno que tienes y no te autoexijas. Da lo mejor de ti siempre, pero reconoce que todas tenemos limitaciones.
En este periodo en que probablemente estás más tiempo en casa, reserva momentos para fortalecer tu identidad leyendo la Biblia o un libro que hable acerca de autoestima. Acepta tus imperfecciones, pues créeme que todas las tenemos.
De ahora en adelante mírate al espejo, observa a la mujer en que te has convertido, mírate como Dios te ve y recuerda que eres capaz de lograr lo que te propongas. Perdónate por tus errores y ámate por tus virtudes.
Y por favor, nunca olvides que eres perfectamente imperfecta.