Como toda buena mujer aprovecho mis reuniones de trabajo para compartir con mi equipo mis anécdotas personales, chistes o experiencias que voy viviendo. Justo en una reunión alguien me lanzó la propuesta de escribir esas anécdotas en un blog. Nunca se me había ocurrido que este contenido ameritara ser plasmado en este mundo digital (con el que no termino de familiarizarme).
La idea me dio vueltas en la cabeza. Lo pensé detenidamente porque entre los viajes que realizo acompañando a mi esposo, mis propias invitaciones para compartir en otras iglesias, las actividades del Ministerio de intercesión, las reuniones de consejería y las tareas cotidianas del hogar no tengo mucho tiempo, pero después recordé que las mujeres somos multitasking, así que aquí va este experimento.
Mi esposo siempre repite que el buen trabajo atrae más trabajo, así que con todo y los compromisos quiero empezar este proceso en el que podamos compartir. Finalmente tengo mucho que contar de todo lo que Dios me ha permitido vivir en esta hermosa aventura de ser madre, esposa, abuela, intercesora y pastora.
Uno da lo que tiene, así que les anticipo que voy a escribir con frecuencia sobre ese agradecimiento que inunda mi corazón por lo que mi Padre celestial ha hecho. Él es quien puso sus ojos en mí para servirle y no puedo imaginar mi vida haciendo algo distinto. Todo lo que me rodea me hace pensar en la misericordia que Él ha derramado sobre nosotros.
También escribiré sobre temas de oración, la herramienta más efectiva, útil y accesible que tenemos como hijos de Dios porque es la base fundamental de la vida de una persona que nace de nuevo. Aprender a hablar con Dios nos da dirección, nos llena de paz, confianza y certeza en los momentos buenos y no tan buenos.
Cuando me preguntan cómo se puede ayudar a los hijos, cómo resolver una situación adversa en el matrimonio o superar una enfermedad mi respuesta casi siempre es la misma: habla con Dios. No puedo recomendar algo mejor porque he descubierto el poder que este ejercicio tiene. Lo he experimentado en muchas etapas, especialmente en la vida de mis hijos. Desde que estaban en mi vientre oré que amaran a Dios y desearan servirle. Hoy, Cashito, Juan Diego y Ana Gabriela, cada uno desde su configuración personal, están sirviendo a Dios.
Cuando Ana Gabriela nos dio la noticia de que se iba a vivir a Europa, a ocho mil kilómetros de distancia, claro que se me acongojó el corazón, pero luego entendí que su amor por Dios sobrepasa la distancia y no me quedó nada más que apoyarla porque ella está haciendo lo que yo le pedí a Dios.
Ya adelanté un poco de qué se trata este blog, me encantaría que me acompañes en este proceso donde veremos todo lo que tenemos en común.