“No me quiero casar”, “No quiero tener hijos”, “Estoy mejor solo”, “Quiero disfrutar sin compromiso”. ¿Te suenan familiar estas frases? ¡A mí sí! Y es que en estos días se escuchan con mucha más frecuencia que en otras épocas de la vida. En la actualidad muchísimas personas le temen al compromiso, por lo que asumirlo no forma parte de sus prioridades o sus deseos. Una ruptura dolorosa, antecedentes con historias tormentosas, ideas equivocadas sobre el amor, comodidad o simple y sencillamente el deseo de estar solo, entre otras, son las causas principales de este temor.
El amor y las relaciones han llegado a considerarse un bien de consumo más. Es por ello que miles de personas de todo el mundo suelen buscar estimulación en lugares equivocados o prefieren estar solos antes de comprometerse. Sin embargo, lo cierto es que una persona solitaria no puede avanzar de igual forma que alguien con compañía. Una prueba de ello es que Jesús envió a Sus discípulos en parejas. Dios también nos manda a nosotros, Sus hijos, a buscar cónyuge para iniciar una familia.
Cuando se tiene una convicción la única forma de demostrarlo es asumiendo un compromiso. Con mi esposo hace 35 años hicimos el compromiso de amarnos para toda la vida, por eso nos casamos y hemos prevalecido a pesar de las dificultades y diferencias naturales del matrimonio. Hemos crecido y madurado desmedidamente y por lo que hemos vivido soy fiel creyente de que mantener el compromiso desarrolla el carácter necesario para avivar el amor y sostener el romance.
Cuando estamos solteros y vivimos en casa de nuestros padres la autoridad que debemos seguir es la de ellos. Luego, al contraer matrimonio, Dios quita esa autoridad y se la otorga a la persona que elegimos para compartir la vida. Cuando esto sucede por supuesto que debemos continuar honrando y respetando a nuestros padres, pero también debemos asumir el nuevo rol que nos corresponde. Por experiencia propia les digo que además de retador, el compromiso es amor.
Deja la indiferencia y busca de nuevo el compromiso que te une a esa persona especial. Si te toca pedir perdón por ofensas causadas en el pasado, ¡hazlo! Pues es un paso indispensable que en ocasiones debemos tomar para iniciar una nueva vida de confianza y compromiso. Te aseguro que el Señor desea con todo Su corazón bendecirte, restaurarte y ayudarte para que ordenes tus valores y puedas transmitirlos sin miedo a quienes amas.
Si tú no estás atravesando problemas de este tipo, pero tus hijos, sobrinos o algún conocido sí, ora por ellos para que reciban la guía de parte de Dios, la cual les ayudará a creer en el compromiso de unirse a alguien para formar un hogar. ¡El matrimonio y la familia lo valen todo! No hay nada más lindo que la libertad de amar y perdonar para encontrar la felicidad.