En la primera semana de este mes nació mi quinta nieta: el segundo hijo (primera mujer) de mi hija Anita y de mi yerno Gerson. Junto a mi esposo tuve la dicha de viajar a Portugal para acompañarlos en ese momento tan especial que marca la vida de los padres de familia y también de los abuelos. Stella, una bebé preciosa que pesó 8.5 libras y midió 48.5 centímetros, me recuerda la gracia, misericordia y amor de Dios.
Realmente disfruto la etapa de vida en la que me encuentro. Ser abuela es un acontecimiento único en la vida de toda mujer, pues no se trata de volver a ser madre, sino de adoptar un papel muy importante y diferente al de la maternidad. Esto no significa que como abuelas dejamos de ser madres, ya que, aunque los hijos sean capaces de procrear, por más adultos que sean siempre necesitarán los consejos, experiencia y apoyo de sus padres.
Hay una frase bastante popular que dice que los padres crían y los abuelos malcrían. Por supuesto que no es literalmente así, pero sí muestra una gran verdad: ser abuela no es volver a ser madre. Como madres tenemos la tarea de criar y educar a nuestros hijos, pero como abuelas tenemos la misión de ser guía y cómplices de aventuras de nuestros amados nietos. ¡Es un verdadero regalo de Dios poder disfrutar ambas facetas!
Debo admitir que durante la etapa de ser abuela se disfruta y redescubren momentos que en la maternidad no se pueden apreciar al máximo por tantas responsabilidades, preocupaciones y obligaciones que se tienen. Sin embargo, hay algo fascinante que tanto las madres como las abuelas compartimos: las emociones de ver nacer y crecer a un nuevo ser humano, lo que crea un vínculo inquebrantable y un amor incondicional con él.
Stella nació por medio de una cesárea. Por restricciones no pudimos estar en el hospital durante el parto, únicamente Gerson estuvo allí para sostener a su hija por primera vez. Desde casa, mi esposo y yo estuvimos orando para que todo saliera bien y conforme a la voluntad de Dios, quien siempre cuida de Sus hijos. Cuando finalmente tuve la oportunidad de sostenerla y acariciarla fue inevitable revivir la emoción de cargar a Anita el día que nació. Definitivamente Dios es bueno.
Si aún no eres abuela, déjame decirte que cuando lo seas jugarás un papel muy importante en la vida de tus nietos, pues siempre influirás en ellos. La llegada de los nietos hace que los abuelos rejuvenezcamos al adquirir un nuevo rol: proveer afecto, contar historias y consentir con regalos, tiempo de calidad y muchísimo amor. ¡Gracias a Dios por los nietos!